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Catholic News Herald

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Hermana Juana Pearson se instala en Centro Pastoral

100821 sister joanCHARLOTTE — Con la finalidad de asistir al Padre Julio Domínguez en sus labores administrativas como director del ministerio hispano de la Diócesis de Charlotte, nuestra muy conocida y querida hermana Juana Pearson ha dejado sus labores como coordinadora en el vicariato de Salisbury y ha sido designada como asistente administrativa en el Centro Pastoral.

“El Padre Julio tiene muchos quehaceres, otros roles en la diócesis, es parte de muchos consejos, grupos, tiene muchas responsabilidades encargadas por nuestro obispo. También nuestros coordinadores trabajan incansablemente en sus vicariatos, poniendo todo su corazón, sin cesar, para servir a su gente” y por eso, “estoy aquí para ayudarlos en su trabajo”.

Sister Juana confiesa que aún se le hace difícil la adaptación de su pasado trabajo pastoral a esta nueva labor administrativa. “Extraño de todo corazón a mi gente. Hablar, hacer reuniones, estar en presencia de personas. Incluso estoy pensando en pasar por la casa de una feligresa solamente para decir ‘hola, ¿cómo están?, ¿puedo comer con ustedes hoy?’, y todo porque extraño mucho estar en compañía de mi gente”.

Sin embargo, reconoce que se trata de una etapa de transición, “y voy a saber cuando me sienta mejor en mi nueva labor porque voy a pensar cada vez menos en eso”.

Respecto a su nuevo trabajo, asegura que le gusta saber que tiene la posibilidad de ayudar. “Muchas veces, como equipo de coordinadores, sabemos que somos empleados diocesanos pero no tenemos sentido de pertenencia al Centro Pastoral, al corazón de la diócesis. Casi nunca estamos aquí, no porque no queramos sino porque estamos en nuestra misión, con la gente maravillosa que estamos sirviendo”.

La posibilidad de ser un ancla, un puente, “alguien que diariamente pueda facilitar el trabajo de nuestros coordinadores en sus vicariatos”, la anima sobremanera.

“Soy esclava de todos mis compañeros”, dijo riendo.

“En ocasiones uno se puede sentir desanimado en su tarea. Creo que es bueno si se tiene una persona que puede escuchar, ver, tomar la ‘temperatura’ de la situación y ofrecer su ayuda. Mi lema en este nuevo servicio, para nuestro equipo, para mis colegas, es ¿Cómo puedo ayudar?. Porque nosotros se lo decimos a nuestra gente, pero, ¿quién nos lo dice a nosotros?”.

SERVIDORA INCANSABLE

Nacida en el seno de una familia católica en Nueva York, su padre fue oficial del ejército norteamericano, por lo que creció en los estados de Texas, Alabama, y “terminé en Carolina del Norte”.

A los 17 años, después de graduarse de la escuela secundaria Bishop McGuiness en Winston Salem, tomó la decisión de consagrarse a Dios.

Era maestra voluntaria de clases de catecismo para una orden de monjas en lugares pobres de High Point, Carolina del Norte, “cuando escuché el llamado silencioso de esta gente de gran corazón que no tenía donde ir por ayuda que solo donde estas generosas monjas”. “Esto es lo que quiero hacer toda mi vida”, pensó entonces.

Sin mucho conocimiento sobre el proceso, pero determinada a dedicar su vida al servicio de los demás, se presentó ante la directora de su escuela y le comentó su deseo de convertirse en monja, siendo orientada entonces hacia la congregación de las Hermanas de San José de Filadelfia, donde tomó los exámenes, fue aceptada y se sintió ‘como pez en el agua’, debido al carisma de la orden que es la hospitalidad y bienvenida amorosa al prójimo.

La hermana Juana no tuvo dificultad en su adaptación a la vida religiosa. Confiesa que extrañaba a su familia, pero “pero nos escribíamos cartas”, una costumbre que hoy se ha dejado de lado con el uso de mensajería instantánea, fotos digitales y correos electrónicos enviados por dispositivos móviles como teléfonos celulares.

Esas cartas, nos cuenta, las vuelve a leer hasta el día de hoy cuando pasa por momentos difíciles. “Mi mamá siempre me dio palabras de ánimo”, afirma.
Después de pasar, por orden de su congregación, por experiencias de vida en comunidad y diferentes culturas por cuatro años en Pensilvania y dos en Carolina del Norte, tomó sus votos finales de pobreza, castidad y obediencia en 1978.

En 1994, el Padre Jim Solari, pastor de la Iglesia San Leo en Winston Salem, vio el explosivo crecimiento de la comunidad hispana en el Triad, supuso que muchos de ellos serían católicos bautizados, y escribió una carta a la congregación de las Hermanas de San José solicitando ayuda.

Tras la respuesta positiva de la congregación, la hermana Juana se instaló en la parroquia para iniciar su trabajo con el floreciente ministerio hispano.

En 2001, la hermana Andrea Inkrott, por entonces directora del Ministerio Hispano, la nombró coordinadora del Vicariato de Hickory. Posteriormente serviría en Salisbury, la Iglesia Nuestra Señora de la Merced en Winston Salem y, en 2014, bajo solicitud del recientemente ordenado Padre Julio Domínguez, como formadora de catequistas en la parroquia San Francisco de Asís en Lenoir.

Más adelante, el Padre Fidel Melo, ex director del Ministerio Hispano, la volvería a requerir como coordinadora de vicariato en Salisbury, tomando como sede de trabajo una oficina en la Iglesia Sagrado Corazón.

Incansable y valiosa servidora de la comunidad hispana en nuestra diócesis, la hermana Juana no tiene pensado dejar sus obligaciones. “Me he acercado mucho más a Dios, cuyo rostro veo todos los días, a través de este santo pueblo. Mi corazón le pertenece a la gente y estaré en este trabajo hasta que Dios decida”, sentenció.

— César Hurtado, Reportero