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Catholic News Herald

Serving Christ and Connecting Catholics in Western North Carolina

CHARLOTTE — Conversamos con Alexander Arévalo Céspedes, costarricense especialista en Biblia, catequesis y Lectio Divina, entre otros temas, quien nos visitó para ofrecer dos conferencias sobre este último tema a los integrantes del movimiento apostólico ‘La Familia Emaús’.

Arévalo, de la parroquia San Diego de Alcalá en el cantón La Unión, Entre Ríos, localidad cercana a San José de Costa Rica, realiza talleres en toda Latinoamérica con la finalidad de promover el conocimiento de la Biblia y la Lectio Divina entre los católicos.

CNH: Para tí, en tus propias palabras, ¿qué es la Lectio Divina?

Arévalo: Para mí, la forma más fácil de decirle a la gente que es la Lectio Divina, es compararla con una película en 3D. Es como entrar en un cine para ver una película 3D y ponerse las gafas 3D. Si no te pones las gafas de 3D no ves nada, ves todo borroso. Si te ponen las gafas de 3D eso toma vida.

La Lectio Divina es ese encuentro con Dios, cuando la palabra toma vida y se hace el real para nosotros.

Antes puede ser una letra muerta, difícil de entender, que la vemos lejana, la vemos incomprensible. Pero cuando nos acercamos con el ejercicio de lectura orante, nos damos cuenta que está viva, que es actual y que es Dios el que nos habla a través de ella.

CNH: Así como en el cine 3D la herramienta son las gafas 3D, ¿cuál es la herramienta principal que se aplica en la Lectio Divina?

Arévalo: La fe, La Palabra, y obviamente la Sagrada Escritura. Pero lo que marca la diferencia del encuentro con la sagrada escritura es la fe. Si no te acercas con fe es como leer una una revista, un libro que está lleno de momentos interesantes pero que no te dice nada.

CNH: ¿Leemos la Biblia los católicos?

Arévalo: Fíjate que en nuestras comunidades la ignorancia bíblica es casi del 80 al 90 por ciento. Nuestra gente la ve desde un punto de vista muy estructurado, académico, en donde el clero lo maneja todo y ellos son los que lo saben, son los que lo conocen. Nosotros no sabemos, no podemos, no entendemos, lo vemos como si se estuviera estudiando medicina o astronomía, algo lejano.

Y cuando se pone en práctica el Concilio Vaticano II, con lo que nos dice para que la palabra verdaderamente sea transmitida, ya no la encuentran tan lejana, tan inaccesible y se hace parte de su realidad, de su vida diaria.

Han pasado más de 50 años del Concilio Vaticano II y es un despertar bíblico el que estamos viviendo. Pero todavía en nuestros tiempos la Biblia sigue siendo mal leída, mal utilizada y hasta manipulada.

CNH: Si leemos la Biblia, ¿necesitamos que nos la expliquen?

Arévalo: Qué bonito sería que viviéramos la palabra escuchada y se nos explique, como Jesús con los discípulos de Emaús. Jesús les explicó todo lo que decían sobre Él las Escrituras.

Necesitamos que nos expliquen la Biblia, pero no con detalles absolutos de cuándo se formó, de quién lo hizo, qué género literario, un estudio histórico crítico feminista elevado.

Necesitamos algo sencillo, pero que vaya de la mano con el magisterio de la Iglesia, que sea la Iglesia la que nos enseñe, la que nos guíe.

CNH: ¿Cuál es la diferencia entre una lectura bíblica normal y la Lectio Divina?

Arévalo: En la Lectio Divina, cada uno de sus pasos nos lleva a una lectura diferente de la Biblia.

En el primer paso leo el texto, lo entiendo en su contexto, quiénes participan. Sin ver partes muy complicadas ni elevadas pero viéndolo. Si Jesús está sentado, parado, en una montaña, en un valle, todo tiene un sentido para el evangelista que nos lo pone en esa forma. Hay que entenderlo así, de una forma sencilla.

Luego me pregunto qué me dice el texto hoy en mi vida. Cuando Jesús pasa, algo pasa, siempre nos va a decir algo.

Después, vamos a encontrar un punto de oración donde vamos a responder a Dios desde ese texto. ¿Qué le digo a Dios, cuál es mi respuesta después de que Él me ha hablado por medio de Su Palabra?

Luego vamos a un tiempo de contemplación en el silencio. Interiorizamos el texto, lo vivimos, lo masticamos, lo saboreamos, ojalá que en comunidad pues la

Lectio Divina nace en la comunidad.

¿Y cómo termina la Lectio Divina?: en una acción. Esto es lo hermoso. Encontramos la Palabra, nos habla, le respondemos a Dios, guardamos silencio y terminamos con una acción. Porque tenemos que mostrar nuestra fe con obras, con acciones sencillas.

El texto siempre nos muestra acciones que estamos realizando, bien o mal. La diferencia es que, después de practicar la Lectio Divina, conociendo más de nosotros mismos, siempre Dios nos da paz.

Si después de la Lectio Divina Dios me exhorta, me disciplina o me felicita, siempre me genera paz. Esa es la belleza de Dios, que no necesita ponerte como una piltrafa humana de este mundo para hablarte, como lo presentan muchas personas que malinterpretan las Sagradas Escrituras.

— César Hurtado, Reportero