Es maravilloso pensar como nuestro Señor nos va llamando a cada uno de nosotros como personas humanas a ser parte de su cuerpo místico.
¡Hola!, tiempo sin verlos, ¿cómo han estado?
- ¡Muy bien gracias a Dios!
- Ya no los hemos visto en Misa ni en las actividades parroquiales.
- La verdad hemos tenido miedo. Desde que esta pandemia estalló decidimos guardarnos en casa para evitar el contagio.
- Oh, entiendo. ¿Y cómo le hicieron con el trabajo? Me imagino que tenían bastantes ahorros para pasar el año.
- No, ¡que bueno fuera! Tuvimos que arriesgarnos y seguir en pie de lucha.
- Oye, ¿pero no les hizo mal tanto encierro? Digo, no poder ver ni a la familia debió haber sido terrible.
- No, como cree. Claro que nos reuníamos, pero aclaro, ¡pura familia para estar seguros!
- Oh, me imagino que son pocos hermanos.
- Seis hermanos con sus familias.
- Ah, OK. ¿Y cómo le hacían con la comida, la gasolina y todo lo demás?
- No pues, ni modo de quedarnos en casa a que nos lo trajeran. ¡Tuvimos que ir y arriesgar!
- Oye, pero vi en tus redes sociales que fuiste al bautismo de tu compadre. Y andabas de bailador en la boda de fulano. Digo, no te estoy acusando, pero pues sabes que las redes publican todo y todos las ven.
- Es que esta pandemia fue tan dura, que el encierro nos estaba matando. Y además vinieron a buscarnos de padrinos y no podíamos decir que no. Pero nuevamente, la mayoría eran pura familia, y a todos se les avisó que si se sentían mal no fueran. Y yo se que tiene sus riesgos, ¡pero necesitábamos un tiempo de diversión!
Moraleja
La pandemia no le quitó la fe a nadie, vino a mostrar solamente a los que no han comprendido el valor del Santo Sacrificio de la Misa.
Jesus dijo, trabajen por el alimento que les dará la vida eterna, el que les dará el Hijo del Hombre. En ningún lugar lo encontraremos sino en la Santa Misa.
En la celebración litúrgica se reúnen también los hijos de Dios, por lo tanto también somos familia. Venimos a adorar a Dios y podemos guardar todas las medidas posibles de seguridad.
No me digan que no vienen por la pandemia, no vienen por la gran falta de fe y sobretodo de amor a Dios.
En todos lados estamos vulnerables a coger este virus y aun así no nos paralizamos. ¿Por qué nos hemos paralizado en la vida espiritual exactamente ahora que más necesitamos rezar, precisamente ahora que la economía en cualquier momento puede colapsar, precisamente en este mismo momento en que los valores cristianos están puestos en la duda y en tribunal de una mentalidad cada vez más atea y permisiva?
Podremos dar mil excusas queridos amigos católicos, pero la verdad es que nos hemos visto ridiculos, tanto obispos, sacerdotes, fieles laicos y en fin toda la Iglesia, por no haber respondido con mucha más oración durante la pandemia y mucha más acción después de ella.
Nos hace falta darnos cuenta que en tiempos de tribulación necesitamos más la oración, y que en esté tiempo que vivimos necesitamos arriesgar para poder salvar, necesitamos morir para poder resucitar.
Que todos nosotros, recibamos luz y fuerza del Espíritu Santo para darnos cuenta de nuestra triste realidad, y despertemos a la necesidad de hacer algo por recobrar el camino de santidad de la Iglesia.
Así sea.
El Padre Julio Dominguez es director del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.