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Catholic News Herald

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Deseos de mejora personal no van de la mano con consultas a videntes

Es una costumbre muy extendida que a principios de año las personas establezcan propósitos para realizarlos durante los próximos doce meses.

Rebajar de peso, hacer más ejercicio, dejar de fumar, aprender otro idioma o a ejecutar un instrumento musical son los más comunes.

Pero también hay aquellos que, resaltando su vida interior, determinan propósitos de carácter espiritual.

El P. José Luis González Santoscoy, sacerdote de la Arquidiócesis mexicana de Guadalajara que también dirige un apostolado en redes sociales, propone cuatro consejos para que los propósitos del Año Nuevo no se queden solo en buenos deseos.

• Menos es más

“No trates de abarcar mucho porque abandonarás todo. Es importante que te plantees un objetivo que te atraiga y sea posible de realizar, ya que en ocasiones nos ponemos una lista interminable de cosas por cambiar, porque queremos ser perfectos de la noche a la mañana y esto termina siendo una carga pesada que nos mata en lugar de motivarnos”, asegura el sacerdote.

• Pon un objetivo concreto

“Sé específico en lo que quieres para que logres obtener resultados”, sugiere el presbítero.

“Por ejemplo, a veces decimos, seré el mejor papá. Eso no ayuda, más bien ¿qué me llevará a ser mejor papá? Por ejemplo, pasaré más tiempo con mi esposa y mis hijos. Sé específico y busca propósitos concretos”.

•Un día a la vez

“Si piensas que tu objetivo lo vas a trabajar los 365 días del año, en automático pensamos que es muchísimo, por ello hay que vivir un día a la vez”.

“No excedas tus propias limitaciones. Esto te ayuda a ir obteniendo resultados visibles y reales, lo cual te motivará bastante porque irás aumentando en confianza al ver resultados”, exhorta el sacerdote.

• Busca apoyo

El P. González anima a conversar con la familia y los amigos sobre estos propósitos para que ellos también te ayuden y te motiven. “En ocasiones podemos flaquear y necesitamos de alguien que nos ayude a retomar el camino”.

“Recuerda que en la medida en que estemos cerca del Señor, Él nos ayudará a perseverar. Nunca te des por vencido”, concluye.

Magos y predicciones

En los días previos a la celebración del Año Nuevo proliferaron los pronósticos y adivinaciones sobre lo que sucederá en 2020.

Algo que muy pocos toman en cuenta al recurrir a estos supuestos adivinos, es que ni siquiera los demonios pueden ver el futuro, tal como lo explica el sacerdote José Antonio Fortea, especialista en el tema y exorcismo.

En su libro Summa Daemoniaca, el P. Fortea advierte: “No hace falta decir que si el futuro no es posible conocerlo ni invocando a los demonios, mucho menos con esas prácticas de astrología, cartomancia, etcétera”.

“Los demonios no lo saben todo, solo lo que pueden deducir, pero ellos no ven el futuro”, señala.

El sacerdote español escribe además que “los mismos que practican esas supercherías son la prueba viviente de que por ese medio no se puede obtener ningún beneficio”.

“Los únicos que sí que suelen obtener algún beneficio de tales adivinaciones, son los embaucadores profesionales que son los primeros en no creer en ellas y que saben dosificar sus predicciones para no pillarse los dedos”, señala.

El P. Fortea es enfático en que “nunca ningún cristiano bajo ningún concepto debe consultar a este tipo de personas”, pues “la consulta a un mago, vidente o santón constituye siempre un pecado grave”.

— Condensado de Aciprensa

 

El 28 de diciembre se conmemora a los Niños Inocentes que el cruel rey Herodes mandó matar.

El genocidio, es recordado por la Iglesia en unión con la Navidad, porque los niños no murieron por Cristo, sino en lugar de Cristo.

Según señala el Evangelio de San Mateo, Herodes llamó a los Sumos Sacerdotes para preguntarles en qué sitio exacto iba a nacer el rey de Israel, al que habían anunciado los profetas. Ellos le contestaron: “Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas diciendo: “Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel” (Miq. 5, 1).

Entonces Herodes se propuso averiguar exactamente dónde estaba el niño, para después mandar a sus soldados a que lo mataran. Y fingiendo dijo a los Reyes Magos: - “Vayan y averiguen acerca de ese niño, cuando lo encuentren regresan y me lo informan, para ir yo también a adorarlo”. Los magos se fueron a Belén guiados por la estrella que se les apareció otra vez, al salir de Jerusalén, y llenos de alegría encontraron al Divino Niño Jesús junto a la Virgen María y San José; lo adoraron y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra. En sueños recibieron el aviso divino de que no volvieran a Jerusalén y regresaron a sus países por otros caminos, y el pérfido Herodes se quedó sin saber dónde estaba el recién nacido. Esto lo enfureció hasta el extremo, por lo que rodeó con su ejército la pequeña ciudad de Belén, y dio la orden de matar a todos los niñitos menores de dos años, en la ciudad y alrededores.

El mismo evangelista San Mateo afirmará que en ese día se cumplió lo que había avisado el profeta Jeremías: “Un griterío se oye en Ramá (cerca de Belén), es Raquel (la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no existen” (Jer. 31, 15).

Herodes, rey de Palestina, títere del imperio romano, fue grande porque supo ganar guerras y conquistar tierras para su reino, pero tristemente también fue conocido por sus crímenes.

Se casó con Mariamme, hija del sumo sacerdote Hircano II. Temeroso de que aspiraran a su reino, mandó matar a su yerno, José; a Salomé; al sumo sacerdote Hircano II; a su esposa Mariamme; a los hermanos de ella, Aristóbulo y Alejandra; a sus propios hijos, Aristóbulo, Alejandro y Antípatro.

Cuando se sintió enfermo, mandó encerrar a todos los personajes importantes de Jericó con la orden de que tan pronto como muriese los mataran a flechazos.

Muerto Herodes, no se cumplió esta orden. Con estos datos, podemos comprender que para él fue fácil mandar matar a los Santos Inocentes.

¿Cuántos fueron? Hoy se sabe que Belén no debió tener más de mil habitantes y que a ese número, probablemente, correspondería una población de 20 niños varones.

Ain Karen es un pueblo cercano a Jerusalén. Según la tradición, es el lugar de “La Visitación” y del nacimiento de Juan el Bautista. Éste era mayor que Jesús tan solo seis meses y existe la leyenda de que también iba a ser víctima de Herodes. Perseguida su madre, Isabel, por los soldados asesinos, buscó una roca en el monte detrás de la cual ocultó al pequeño Juan antes de que los soldados la alcanzaran.

Cuando los soldados le dieron alcance, la registraron y buscaron incluso detrás de la roca, pero no vieron nada. Cuando se fueron, Isabel corrió a buscar a su niño y descubrió que la roca se había ahuecado para dar lugar en su interior al pequeño perseguido y así se salvó Juan el Bautista. En la Basílica de la Visitación, sobre el monte, se guarda una extraña roca ahuecada que recuerda esta anécdota.

Santa Elena, madre del emperador Constantino, que dio paz a los cristianos en el siglo IV, construyó una Basílica sobre la cueva de Belén en la que nació el Niño Jesús. Esa Basílica, reconstruida, todavía existe y guarda en su cripta la preciosa cueva en donde una estrella de plata señala el lugar del santo nacimiento. “Aquí nació Jesucristo de María la Virgen”, dice la inscripción en Latín.

La cueva de Belén es un sistema de cavernas que se prolongan debajo de la antigua basílica y del templo católico de Santa Catalina. En una de estas cavernas fueron encontrados restos de niños enterrados. El primer pensamiento fue que eran los restos de los Santos Inocentes, pero los féretros correspondían a una época muy posterior. De todos modos, esa caverna se dedicó a la memoria de los Santos Inocentes.

En la actualidad todavía existen santos inocentes y cada celebración litúrgica debe recordarnos no sólo a aquellos niños asesinados en lugar de Cristo, sino a todos aquellos inocentes perseguidos y asesinados en la actualidad. Los humanos somos capaces de monstruosidades que nos avergüenzan.

Seguimos asesinándonos por motivos religiosos, políticos, económicos y cada vez que denunciamos uno de estos crímenes clamamos indignados “¡Nunca más!”, para luego repetir la historia. No permanezcamos indiferentes ante estos genocidios, despertemos en nosotros la solidaridad y unamos nuestras voces y nuestras acciones a las de estos inocentes que siguen muriendo en lugar de Cristo.
— Condensado de Aciprensa