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Catholic News Herald

Serving Christ and Connecting Catholics in Western North Carolina

081823 miraclesASHEVILLE — “Mientras más Eucaristía recibimos, más nos parecemos a Jesús, para poder tener en esta tierra un anticipo del cielo”, dijo entre otras frases importantes el Beato Carlo Acutis, un joven italiano fallecido el 12 de octubre de 2006, que mostró a lo largo de su corta vida de solo 15 años una devoción excepcional a la Sagrada Eucaristía.

Acutis, después de trabajar intensamente en un proyecto que promueva efectivamente la devoción por la Sagrada Eucaristía, lanzó en 2004 un website y en 2006 una exposición que difunde los milagros eucarísticos en el mundo.

Esa misma exposición, a la que Acutis no pudo atender por su grave estado de salud, es la que se presentará durante los meses de septiembre y octubre en los salones de la parroquia San Eugenio en Asheville.

La muestra se incluye dentro de las actividades del año de reavivamiento eucarístico nacional, movimiento que promueve la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU.
Oportunidad maravillosa

El Padre Patrick Cahill, párroco de la Iglesia San Eugenio, dijo que la Iglesia “en todos los tiempos”, necesita “renovar su fe en la Eucaristía”, por lo que la exhibición será una maravillosa oportunidad de reencuentro.

“Tenemos una crisis”, dijo, en referencia al hecho de que muchos católicos practicantes no creen en la real presencia de Cristo en Eucaristía. “Es una pena que no reconozcan que cada Misa es un encuentro personal con su Dios. Para algunas personas es solo una enseñanza que acogen en sus mentes pero no en sus corazones”.

El Padre Cahill reconoció que parte de su vocación sacerdotal se debió a la presencia de una sala de Adoración Eucarística en la parroquia San Gabriel en Charlotte, a la que atendió durante su niñez y adolescencia. “Luego también en Belmont Abbey conté con la posibilidad de tener un verdadero acercamiento con Jesús, donde recibí la revelación personal que siempre el Señor nos responde con Su amor”.

Julieth Liliana Duarte, parroquiana de la Iglesia San Eugenio e impulsora de la expo, explicó que durante la pandemia de COVID vio un documental sobre los cambios que las iglesias realizaban para no detener la tarea de evangelización y una de las parroquias acogió la exhibición de los Milagros Eucarísticos.

“Pensé que era una gran manera de evangelizar”, dijo entonces.

La idea permaneció en su mente hasta el inicio de este año cuando soñó con el Beato Carlo Acutis. “El siguiente día le pedí en oración su intercesión para traer la exposición y el mismo día recibí toda la información que necesitaba”, dijo.

Después de compartir su idea con parroquianos que mostraban un gran amor por la Eucaristía de la iglesia San Eugenio y la Basílica de Asheville, el proyecto se puso en marcha con el apoyo incondicional del Padre Cahill.

Adicionalmente, en enero de 2023, el Padre Cahill decidió instalar una capilla de adoración eucarística en la nueva casa adquirida por la parroquia, por lo que los fieles pueden visitar el Sagrado Sacramento diariamente de 8 a.m. a 8 p.m.
158 milagros

El material de exhibición de los Milagros Eucarísticos ya se encuentra en la parroquia, pero debido a su extensión ha debido dividirse en dos muestras.

Entre los países presentados se encuentran Alemania, Argentina, Austria, Bélgica, Colombia, Croacia, Egipto, España, Francia, India, Italia, México, Holanda, Perú, Polonia, Portugal, Suiza y Venezuela.

La primera fase de la exposición se llevará a cabo en diferentes horarios los jueves, viernes, sábados y domingos, desde el 7 hasta el 24 de septiembre. La segunda fase se realizará en octubre. La Iglesia San Eugenio está ubicada en 72 Culvern St. en Asheville.

El ingreso es completamente gratuito, pero se aceptarán con agrado las generosas donaciones de los asistentes.

— César Hurtado

070723 Fr BlasCHARLOTTE — Alegre, con una amplia sonrisa que lo hace parecer menor de los 47 años con los que cuenta, el Padre Blas Samir Lemos Lemos es el nuevo vicario de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en Charlotte, la de mayor feligresía de origen hispano en la Diócesis de Charlotte.

Nacido el 26 de octubre de 1975 en Itaibe, Departamento del Cauca en Colombia, es el mayor y único varón de cuatro hermanos nacidos en una familia muy católica, que desde sus primeros años sembró las semillas de la fe en su alma.

Era tanta la cercanía, comenta, que los sacerdotes de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús almorzaban inicialmente en casa de la abuela materna y luego en su casa. Así comenzó la familiaridad con los sacerdotes Vicentinos, los padres misioneros que estaban a cargo de la parroquia.

De niño, recuerda, solía representar el papel de apóstol durante la Semana Santa. “En el pueblo pequeño lo más importante era la Eucaristía y el sacerdote tenía un papel muy valioso y notable en la comunidad”, nos dice.

Cuando ingresó al colegio debió salir del pueblo, alejarse un poco de la casa. Mientras estudiaba, le llamó la atención la música y junto con unos amigos formaron un grupo de folklore andino, donde tocaba el tambor y cantaba.

Como reza el dicho popular, “de la raza le viene al galgo”. La música ya corría por sus venas. Su padre era músico y ejecutaba música colombiana, boleros y bambucos. “Pero no era bohemio, más bien abstemio. Nunca lo vi tomado, siempre en sus cabales”, aclara.

El arte musical, confiesa, le trajo cierta distracción y, atraído por este, tocaba y cantaba donde se le presentaba la ocasión. “Una vez nos fuimos por ahí, sin permiso del colegio, y casi nos echan”, nos relató sonriendo.

Al concluir el bachillerato, mientras participaba en el grupo ‘Juventudes Marianas Vicentinas’, visitaba pueblos pequeños o caseríos en una especie de misión.

“Eso me llamó la atención, algo muy similar a la vida misionera de los padres Vicentinos, a quienes veía en su trabajo pastoral”, cuenta.

Pero también le interesaba el trabajo de los maestros de escuela, y hasta en algún momento se sintió atraído por la vida militar.

Finalmente decidió que quería ir al seminario y habló con un sacerdote Vicentino, al que le manifestó su interés por la Comunidad. Existió también la posibilidad de integrarse al clero diocesano pero, ante la vida de misión de los Vicentinos se inclinó por ellos.

Luego llegaría una tarea más complicada: comunicar la decisión a sus padres. Sin embargo, dice, hablar con ellos no fue difícil. “Al principio no lo tomaron con tanta ilusión, pero me dejaron muy libremente elegir”, comenta.

Así, ingresó al Seminario La Milagrosa de los padres Vicentinos en Medellín.

A poco de ingresar, en el segundo semestre, tuvo un momento en que dudó de su vocación. “No quería ni siquiera estar en mi habitación”, dijo. Pero, poco a poco, “entrando como en el ritmo, el ambiente”, y con la ayuda de los compañeros y mucha oración, se fortaleció su decisión.

Es en el seminario cuando comenzó a aprender formalmente música, guitarra y otros instrumentos.

Los años pasaron pronto y, tras su traslado al Seminario Vicentino Villa Paúl en Funza, Cundinamarca, muy cerca a Bogotá, logró su ordenación como diácono.

Finalmente, el 22 de mayo de 2004, “al cumplirse los cien años de la presencia Vicentina en mi región, y como parte de esa celebración, tuve el honor de ser ordenado en mi pueblo por el Obispo Edgar Hernando Tirado Mazo, en ese entonces recién ordenado Obispo en Medellín”, cuenta.

Al Padre Blas le gusta la experiencia misma del sacerdocio, al que considera una bendición. Pero también, quizá por esa vocación de maestro, disfruta en el servicio de formación de sacerdotes, de formación de la fe en la feligresía, al igual que el acompañamiento a la gente, el sacramento de la reconciliación, “donde uno se da cuenta de los problemas de la humanidad que la gente sobrelleva cada día”.

Después de servir en Colombia hasta 2022 en la formación de sacerdotes, fue enviado en misión a Nueva York, y posteriormente asignado a nuestra parroquia en Charlotte, donde ha recibido el calor de nuestra gente, y podido ser testigo del respeto y aprecio por los sacerdotes.

Respecto a sus feligreses, dice que son “muy queridos, gente valiosa, de una fe inestimable, de un gran deseo de servir. Gente muy sencilla con un corazón muy grande. Todo eso me anima para dar lo mejor por el bien de la Iglesia y de las personas que asisten a esta parroquia”.

Notamos en el Padre Blas un deseo infinito de escuchar al pueblo de Dios. “Estamos viviendo en un mundo muy plural, por lo que hay que escuchar, escuchar, escuchar, escuchar y escuchar. Y escuchando, se podrán tener mejores herramientas para establecer un lineamiento en la pastoral que no nos distancie unos a otros”, dijo.

Por el momento, aparte de sus labores sacerdotales, trabaja intensamente en el aprendizaje del idioma inglés como vehículo para entrar en contacto con las personas, la cultura. “Y le pido a mi Dios que me de la gracia de pasar por aquí haciendo todo el bien posible”, finalizó.

— César Hurtado