CHARLOTTE — Con motivo de la celebración de la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, el Padre Leo Tiburcio, párroco de la iglesia del mismo nombre en Charlotte, dirigió un mensaje a todos los fieles de la diócesis, e invitó particularmente a las celebraciones que se realizarán en la sede de su parroquia por 23 horas consecutivas, iniciando el sábado 11 a las 7 de la tarde.
“Este es mi segundo año como párroco aquí, y es un honor y un privilegio para mí, como pastor de mi comunidad y como mexicano, celebrar esta fiesta llena de energía en la que rendimos honores a la patrona de México, de Latinoamérica, Emperatriz de las Américas, a nuestra madre, la Virgen de Guadalupe”, dijo el Padre Tiburcio.
También destacó los numerosos festejos que se llevarán a cabo en otras iglesias locales en toda la diócesis. “La Virgen, madre nuestra, llegó a las Américas y nos reunió a todas las nacionalidades bajo una misma lengua, abrazándonos y llevándonos a su hijo Jesús”, dijo.
Exhortó a todos, a que “abramos el corazón para que ella siga penetrando en nuestras vidas personales y familias”, pues ella, con sus propias palabras, nos recordó con Juan Diego que nos sonríe, nos pide que no nos aflijamos y nos reitera que estamos en su regazo.
Particularmente, explicó que este mensaje es muy especial para la comunidad migrante, que “aunque estemos aquí por mucho tiempo, siempre vamos a anhelar estar con nuestra madre”, en casa, bajo su protección, y “reuniéndonos como hermanos en Cristo, como comunidad de fe”, como Iglesia.
“Vamos a seguir pidiéndole que no nos abandone, que no nos deje, y que ella misma, como mujer de fe, nos siga poniendo en contacto ante Nuestro Señor Jesús”, dijo.
Finalmente, el Padre Tiburcio rogó “que Dios nos siga bendiciendo, no nomás en esta celebración, sino en todos los momentos de nuestra vida”, y concluyó con la arenga; “¡Que viva la Virgen de Guadalupe”.!
— César Hurtado
En www.facebook.com/CNHEspañol: Puede encontrar el video con el mensaje del Padre Leo Tiburcio.
La piñata es una estructura de cartón o alambre cubierta de papel maché multicolor, usualmente con siete picos, que contiene golosinas y otros premios en su interior, y se cuelga de lo alto con una cuerda.
Las niñas y niños esperan turno para tomar un garrote y romperla. Cuando logran el objetivo, la piñata libera su contenido y todos se lanzan sobre él.
La piñata es un juguete infaltable en las posadas. Según nos explicó el Padre Fidel Melo, párroco de la iglesia San Santiago en Hamlet, fue utilizada por los primeros evangelizadores de los pueblos originarios en México, para enseñar la dinámica de la lucha contra el pecado.
“La piñata es la representación del mal, sus siete puntas son los siete pecados capitales, los adornos y colores aluden a las vanidades y engaños del mundo. La persona partiendo la piñata representa al creyente en la lucha contra el mal”, dijo.
Explicó que “el creyente, sin ver totalmente pues está con los ojos vendados, nada más creyendo ciegamente en Dios, lucha denodadamente buscando el mal, combatiéndolo en su vida, y, cuando lo logra y sale vencedor, recibe el premio de la gloria a través de las bendiciones que caen del cielo”.
Destacó que la lucha, pese a ser personal, se realiza en comunidad. En la piñata, “la gente está siempre alrededor de él y lo dirige. Con voces le marca si a la derecha, a la izquierda, arriba o abajo”.
El cántico tradicional es también una clara señal de la ayuda comunitaria. Una de sus estrofas dice: “Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino”.
“La piñata es un juego comunitario, y más allá de celebrar nuestras tradiciones, es importante reencontrarnos como Iglesia, en comunión. En la evangelización, celebrar es la clave”, finalizó el Padre Melo.
— César Hurtado