CHARLOTTE — Después de 50 años de construir sus parroquias, escuelas y ministerios, la Diócesis de Charlotte se está preparando para colocar la última piedra angular de sus cimientos: una nueva catedral.
El Obispo Peter Jugis aceptó recientemente la recomendación de un grupo de trabajo de líderes eclesiásticos y laicos para construir una nueva catedral que reemplace a la Catedral San Patricio, que fue construida como iglesia parroquial en 1939 y ya no es lo suficientemente grande como para atender las crecientes necesidades de la diócesis.
Todavía en sus primeras etapas de planeamiento, el proyecto de la catedral no se pondría en marcha hasta 2030, aunque se espera que la recaudación de fondos se inicie en los próximos años. El costo y la ubicación aún no se han determinado, pero es necesario un nuevo emplazamiento, dijo el grupo de trabajo. La catedral debería estar en un lugar “noble y atractivo” en
Charlotte, la ciudad más grande y “sede” de la diócesis, que sirve a 46 condados de la mitad occidental de Carolina del Norte.
“Este es un momento decisivo para la Diócesis de Charlotte”, dijo el Obispo Peter Jugis, quien recientemente celebró su vigésimo aniversario como el cuarto obispo de la diócesis. “Desde que se estableció la diócesis hace 52 años, hemos invertido recursos significativos en nuestras 92 parroquias y misiones, 20 escuelas y más de 50 ministerios. Ahora es el momento de proporcionar una iglesia madre donde las personas de toda nuestra diócesis puedan congregarse para adorar a Nuestro Señor y celebrar nuestros logros más importantes”.
Una nueva catedral en Charlotte seguiría la tendencia de la creciente Iglesia Católica en el Sur.
Entre las 193 catedrales católicas en todo Estados Unidos, 15 se han construido o ampliado en los últimos 40 años, incluidas seis en el sur para servir a las crecientes poblaciones católicas de familias hispanas y de personas que se mudan desde el noreste y el medio oeste. Los costos de construcción han oscilado entre $ 31 millones en Knoxville en 2018 y $ 190 millones en Los Ángeles en 2002.
“La mayoría de las grandes ciudades tienen catedrales católicas notables, y Charlotte debería estar entre ellas”, dijo Monseñor Patrick Winslow, vicario general y canciller de la diócesis, quien sirve en el grupo de trabajo.
“Una catedral es tierra sagrada, construida para perdurar a través de los siglos. Sirve como un nexo singular de comunión: para los fieles con Dios, para la Iglesia local con la Iglesia universal, y para la Iglesia local con su obispo, sacerdotes, diáconos, religiosos consagrados, feligreses y comunidad”.
El grupo de trabajo de 19 miembros fue nombrado hace más de un año para asesorar al Obispo Jugis sobre si la diócesis necesita de una nueva catedral y, de ser así, el tiempo apropiado de construcción, consideraciones de ubicación y especificaciones generales. Entre los miembros se encuentran administradores diocesanos, líderes de propiedades y finanzas, clérigos, asesores inmobiliarios y líderes laicos.
El grupo de trabajo unánimemente determinó que se necesita una nueva catedral debido al crecimiento de la diócesis y las limitaciones de la Catedral San Patricio, y recomendó que “se realice todo el trabajo preliminar necesario para permitir que la construcción comience en 2030”.
Ubicada en el histórico barrio Dilworth en Charlotte, la Catedral San Patricio es una de las más pequeñas de Estados Unidos, con capacidad para 350 personas, no mucho más grande que la catedral de Juneau, Alaska.
San Patricio no fue construida como catedral, era una iglesia parroquial que se elevó rápidamente para servir como catedral cuando se estableció la diócesis en 1972, y la población católica era de unos 30.000 habitantes. El edificio de 85 años de antigüedad se sometió recientemente a renovaciones en el techo, el drenaje y otras para reparar los daños causados por filtraciones de agua en su viejo techo y paredes. El acceso y el estacionamiento también son un desafío.
Por mucho tiempo, San Patricio no ha podido acomodar las celebraciones litúrgicas más significativas de la diócesis, incluida la instalación de tres de los obispos de la diócesis y las ordenaciones de sacerdotes y diáconos, liturgias que atraen a miles de fieles y han tenido que ser derivadas a otras iglesias. La iglesia también es demasiado pequeña para albergar a todos los clérigos y laicos que desean asistir a la Misa Crismal anual, cuando todos los sacerdotes de la diócesis se reúnen con el obispo para renovar sus promesas y bendecir los óleos sagrados utilizados en las parroquias durante todo el año.
“Todo el mundo ama San Patricio y continuará sirviéndonos bien como iglesia parroquial”, dijo Monseñor Winslow, “pero ya no funciona como catedral para una diócesis con más de medio millón de católicos”.
Las catedrales construidas recientemente en los Estados Unidos generalmente tienen capacidad para entre 1,000 y 3,000 personas. La Catedral del Sagrado Corazón de Jesús en Knoxville, Tennessee, construida en 2018, tiene capacidad para 1.358 personas. La Catedral del Santo Nombre de Jesús de la Diócesis de Raleigh, construida en 2017, tiene capacidad para 2,000 personas.
Una catedral sirve como la iglesia madre de una diócesis, donde los fieles pueden adorar a Dios con su obispo, y es considerada con gran reverencia como el centro de la vida litúrgica. Es la sede ceremonial de autoridad del obispo y la ubicación física de su “cátedra”, que significa “asiento” en latín, desde la cual preside.
Por lo general, es en la catedral donde un obispo diocesano oficia en los días litúrgicos más significativos, consagra el sagrado crisma (óleo) y ordena diáconos y sacerdotes.
“En la majestuosidad de su construcción”, dijo Monseñor Winslow, “una catedral es un símbolo del templo espiritual construido por el pueblo y resplandeciente con la gloria de la gracia divina”.
Por estas razones, una nueva catedral debe ubicarse en un área vibrante, aconsejó el grupo de trabajo diocesano, para que sirva como un signo visible de la presencia católica en la comunidad. Debe ser de fácil acceso en vehículos privados y transporte público para que todos tengan la oportunidad de visitarla.
Los líderes diocesanos ahora se enfocan en identificar un lugar, arquitecto, alcance y estimaciones preliminares de construcción para crear un plan más detallado.
Se están considerando varias ubicaciones dentro de la ciudad de Charlotte, incluyendo la reutilización de la ubicación actual del Centro Pastoral Diocesano en South Church Street, cerca del Uptown de la ciudad, dijeron los líderes diocesanos.
Es demasiado pronto para determinar los planes de recaudación de fondos, pero los funcionarios de finanzas y desarrollo dicen que la diócesis podría considerar la venta de terrenos y otros activos, la búsqueda de inversiones y donaciones en una campaña de capital.
Los líderes diocesanos esperan determinar un lugar durante este verano. Recientemente invitaron a algunos arquitectos selectos a estudiar la historia de la Iglesia en el oeste de Carolina del
Norte, así como su presencia en la actualidad, y presentar propuestas de diseño para una nueva catedral, lo que también se espera para este verano.
Los arquitectos deberían considerar, por ejemplo, las raíces immigrantes de la diócesis, inicialmente provenientes de Europa y más recientemente de América Latina. También deberían entender el trabajo fundacional de los Benedictinos y de las Hermanas de la Misericordia para establecer la Iglesia, quienes jugaron un papel decisivo en la creación de parroquias, escuelas y hospitales en todo el estado.
El próximo paso es elaborar un cronograma y planes de financiamiento para un proyecto complejo y extenso que tomará forma durante los siguientes seis años.
Monseñor Winslow reconoce que el cronograma es largo, porque este proyecto está destinado a ser uno para las generaciones, el pilar final de una base que la diócesis comenzó a construir hace más de 50 años.
La Iglesia ha atendido las necesidades de los fieles en Carolina del Norte desde mucho antes de que se estableciera la diócesis, dijo, cuando el estado era considerado territorio de “misión” y los sacerdotes montados a caballo ofrecían Misa en las casas de las personas. Desde que se formó la diócesis en 1972, sus cuatro obispos han dado prioridad a “las muchas y variadas necesidades de los fieles”, desde sus ciudades, pueblos y comunidades rurales, fomentando el crecimiento físico y espiritual de la diócesis.
“Nuestros obispos, clérigos y líderes diocesanos se han enfocado en edificar al Pueblo de Dios y proporcionar un hogar espiritual que se ha convertido en uno de vitalidad y fortaleza”, dijo
Monseñor Winslow. “Ahora es responsabilidad de esta generación terminar el trabajo que comenzó hace 50 años y poner la última piedra angular, con la construcción de una catedral que celebre y sirva a la comunidad dinámica de fieles en la que nos hemos convertido”.
— Liz Chandler
ASHEBORO — No eran las diez de la mañana del Viernes Santo, y ya una línea interminable de autos con familias completas esperaba para ingresar al terreno de la parroquia San José, a la espera de lograr una buena ubicación desde donde seguir la emocionante representación del Vía Crucis en vivo, que no se realizaba desde 2020, cuando fue suspendida por la pandemia de COVID-19.
Apenas pasadas las 11 de la mañana inició la Pasión de Cristo. Antes, el párroco de San José, Reverendo Padre Phillip Kollithanath, tomó la palabra para bendecir a todos los presentes y gradecer a la comunidad su participación en el proyecto.
Más de un centenar de artistas, todos utilizando traje de época y maquillados, partieron desde el punto más lejano de un circuito de tierra de aproximadamente ¾ de milla de longitud.
Tres soldados romanos a caballo abrieron paso a los fariseos y el pueblo enfurecido que llevaba a Jesús a presentarse ante las autoridades. Así, fue presentado ante Herodes y Pilatos, azotado y luego, después de un largo recorrido, crucificado.
Hombres, mujeres y niños se conmovieron con la representación. Con rostros serios y lágrimas en los ojos clamaban a los soldados que cese el castigo para el Salvador. Otros, ante la crucifixión de Cristo, llevaron sus manos al rostro para no ver la escena.
María Guadalupe Xinaxtle Romero, productora general de la representación, dijo que fueron más de 120 personas en escena y muchos más los que trabajaron en el montaje de los decorados, vestuario, maquillaje, sonido y asistencia.
“Volvemos después de cuatro años. La pandemia detuvo todo y el año pasado llovió fuertísimo, tanto que tuvimos que cancelar la obra”, explicó la productora.
“Al principio me sentí un poco sola, pero luego me di cuenta de que siempre he estado acompañada. Hemos tenido la valiosa ayuda de todo un equipo de colaboradores de primera, que se han esforzado muchísimo. Víctor es el director artístico, José Luis López se encarga de los escenarios, Adán Ocampo es el jefe de los soldados, Alma Enciso tiene en sus manos el vestuario y José Mazariego es el responsable del sonido”.
Todo el esfuerzo, dijo la productora representando el sentir del equipo y artistas, es en agradecimiento al Señor.
En su caso particular, explicó que tuvo una vida muy difícil. “Hoy tengo dos hijos maravillosos, un marido espectacular. No tengo otra manera de agradecer a Dios”.
— César Hurtado