Oscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios, en el este de El Salvador, el 15 de agosto de 1917, día de la Asunción de la Virgen María.
Creció en el seno de una familia humilde. Desde pequeño era conocido por su amor a las cosas sencillas y las comunicaciones.
En 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, fue enviado a Roma para completar su formación en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana. Fue ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942 y en agosto de 1943 regresó a El Salvador, donde lo nombraron párroco en Anamorós, en el este del país, y posteriormente arzobispo de San Salvador por el Papa Pablo VI el 8 de febrero de 1977, durante un período de violencia política generalizada, desapariciones y violaciones de los derechos humanos.
En ese momento, el arzobispo Romero no era considerado un defensor abierto de las personas que eran pobres y oprimidas. Mientras que muchos clérigos y religiosos hablaron en su nombre, el arzobispo Romero no lo hizo.
Poco después de convertirse en arzobispo, el padre Rutilio Grande, su amigo y compañero sacerdote, fue asesinado debido a su apoyo externo a las comunidades oprimidas. Esto afectó profundamente al arzobispo Romero, y comenzó a denunciar públicamente la violencia y la injusticia, instando a las personas a vivir el mensaje del Evangelio de Cristo de amor al prójimo. A medida que el arzobispo Romero comenzó a hablar, la gente en los pueblos de todo El Salvador sintonizaba sus homilías de radio semanales.
El arzobispo Romero fue un micrófono tan fuerte para Dios que fue asesinado mientras celebraba misa el 24 de marzo de 1980. Fue formalmente declarado un mártir por el Papa Francisco en febrero de 2015 y fue canonizado como santo en octubre de 2018.
El testimonio de San Óscar Romero nos inspira a no permanecer callados en el margen, sino a convertirnos en micrófonos para Dios. Su testimonio nos inspira a hablar con nuestros hermanos y hermanas que necesitan ayuda para romper los sistemas y estructuras que perpetúan la pobreza y el sufrimiento. Personas en todo el mundo siguen enfrentando la opresión en muchas formas—nos corresponde a nosotros ser el micrófono de Dios al abogar en su nombre.
Hoy podemos usar las redes sociales, correos electrónicos, cartas y eventos públicos para dar testimonio del mensaje del Evangelio de Cristo a través de la defensa legislativa. Es una de las formas más efectivas de crear un cambio real y duradero. La defensa legislativa puede influir en la toma de decisiones a nivel local, nacional e internacional para cambiar las políticas injustas que afectan negativamente a nuestros hermanos y hermanas pobres y vulnerables.
— Condensado de CRS y Aciprensa