Cuando piensas en el tiempo de Cuaresma, ¿qué se te viene a la mente? ¿Ceniza, ayuno, color morado, pescado frito, confesarte? Qué tal descanso, contemplación, oración. La Cuaresma es tiempo de parar y dejar que la palabra de Dios nos guie, así como nos guía el GPS de un lugar a otro.
Desde el Miércoles de Ceniza, cuando recibimos un sacramental que nos hace uno como pueblo y nos identifica como hombres y mujeres de fe, cuando tomamos nuestra cruz y decidimos seguir a Jesús al desierto guiados por una fuerza que es mas grande que nosotros, una fuerza que nos empuja de una manera tan suave como la brisa que experimentó Elías allá en el Horeb.
La Cuaresma debe ser un viaje al desierto al cual el Espíritu conduce a todo bautizado, un encuentro con nosotros mismos para renovar nuestras fortalezas y confrontar nuestras incoherencias con la fe que profesamos. Este encuentro hacia adentro de nuestro ser no es para avergonzarnos, sino para corregir camino, pues donde está tu tesoro, ahí está tu corazón.
En la Cuaresma uno es confrontado por la Palabra y el sacramento con esta pregunta: ¿dónde está tu corazón? Eso es lo que sucede en el Primer Domingo de Cuaresma a nuestro Señor, cuando al ser cuestionado por el mal, Jesús responde con la Palabra que está escrita en su corazón en la cual nos revela que su corazón está con el Padre y su voluntad.
Para nosotros, esto mismo es lo que sucede en este viaje al desierto. Somos cuestionados por la disciplina cuaresmal y somos invitados a estos ejercicios espirituales y de la voluntad que son tan sencillos, pero a la vez tan reveladores de nuestras incoherencias como hombres y mujeres de fe.
Limosna, oración, ayuno, Estaciones de la Cruz, Hora Santa, Rosario, abstinencia, confesión, reconciliación, Misa dominical, lectura de la palabra de Dios. ¿En dónde estás tú en esto?
En esta Cuaresma te hago una invitación, o mejor dicho te doy un consejo. Si no sabes como hacer este camino cuaresmal, pide ayuda a aquel que ya lo hizo y salió tan victorioso que sobre ello nos hablan las sagradas escrituras. Él fue como tú y como yo, llevado por el Espíritu al desierto y fue tentado como tú y yo seremos tentados, y como Él tendremos tú y yo que dar respuesta de lo que está en nuestro corazón.
Yo, por mi parte, solo no puedo con esto. Y por eso me he conseguido un guía para esta Cuaresma. Me conseguí a alguien que ya pasó por ahí y salió triunfador, tanto así que derrotó al mismo pecado. Y, por si fuera poco, también se enfrentó con la muerte y salió victorioso. Él es mi guía y se llamas Jesús. En esta Cuaresma, y en todas las Cuaresmas, de ahora en adelante, me aferro a Él, pues Él sabe el camino, la verdad y lo que es la vida.
Muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón, se encuentra la salvación. Este es el asunto de la fe que predicamos (Romanos 10:8).
Hermanos, la vida no es fácil y los tiempos son malos, dice por ahí San Pablo. Hay que discernir cuál es la voluntad de nuestro Señor para nosotros. San Pablo experimentó esto, yo experimento esto y estoy seguro de que tú también.
La Cuaresma es el tiempo para discernir y descubrir que hay en tu corazón. No le corras al desierto, mejor consigue este gran guía que se llama Jesús.
Por si no sabes dónde encontrarlo, te diré donde lo encontré yo: en la Misa, en la Biblia, en el Rosario, en la Hora Santa, en la oración, en el sacramento de la reconciliación, en mi familia, en mi comunidad de fe, esperanza y amor, y en mi corazón.
Búscalo tú también, y por ahí nos encontramos tú y yo haciendo esta camino cuaresmal tomados de la mano del Señor.
¡Ánimo, con Cristo y María se puede!
El DiÁcono Eduardo Bernal es coordinador del Ministerio Hispano de la Vicaría de Charlotte.