Escuchémonos mutuamente. De verdad; tomémonos el tiempo para hacer esto. Escuchar exige poco y mucho al mismo tiempo. Es difícil decir que queremos mantener la unidad si no aprendemos a escucharnos unos a otros con amor cristiano y admiración mutua.
El proceso sinodal es en última instancia un recordatorio de lo que somos: Pueblo de Dios guiado por el Espíritu Santo. Como tal, somos una comunidad sinodal, un conjunto de discípulos cristianos que caminamos juntos en la historia con una esperanza común. Dios nos habla por medio de muchas voces. Escuchemos.
Poco ha generado tanto interés en la comunidad católica mundial desde los días del Concilio Vaticano II como lo ha hecho el proceso que acompaña el Sínodo sobre la Sinodalidad. El proceso sinodal ha logrado cautivar la atención de una gran variedad de voces católicas que van desde agentes pastorales dedicados de lleno a la evangelización hasta católicos que viven en las márgenes de la vida de la Iglesia.
Una gran multiplicidad de voces con muchos tonos y perspectivas hablan al mismo tiempo. Todas guiadas por el Espíritu Santo. A medida que los bautizados discernimos maneras para escucharnos mutuamente con sinceridad, también buscamos escuchar la voz de Dios.
Para muchos católicos, ser parte de un proceso como éste es inusual, quizás incómodo e incluso espantoso. Somos herederos de una cultura eclesial de siglos en la cual pocas voces expresaban su opinión sobre cómo vivir y practicar la fe.
El Concilio Vaticano II recordó a los católicos que todos los bautizados tenemos una responsabilidad ineludible con relación a la evangelización. Los bautizados hemos recibido el Espíritu Santo que nos mueve a construir la Iglesia y a caminar hacia la santidad. Nadie está exento de ello.
Porque el Espíritu Santo vive en nosotros como pueblo de Dios constituido por personas bautizadas, todas nuestras voces cuentan al momento de discernir cómo vivir mejor nuestra fe como Iglesia. El Espíritu Santo habla “en” y “por medio” de toda persona bautizada. El proceso sinodal es una invitación a escuchar al Espíritu Santo hablando por medio de muchas voces.
Es urgente que en medio de nuestro celo por promover ideas progresivas o mantener la tradición no terminemos rechazando la obra del Espíritu Santo, cerrándonos a ciertas voces para privilegiar otras. Necesitamos escucharnos mutuamente con corazones y mentes abiertas.
¿Podremos los católicos escucharnos unos a otros mientras construimos comunión en medio del pluralismo de voces y perspectivas que nos definen como Iglesia? No tenemos opción. Somos una Iglesia sinodal.
Hosffman Ospino es profesor de teología y educación religiosa en Boston College.