Este 4 de octubre se celebrará mundialmente el día de los animales. Muchas parroquias invitarán a los feligreses a que lleven a sus mascotas para que reciban una bendición.
En un mundo donde el hambre y las malas condiciones de vida de una importante población es urgente atender, muchos reclaman priorizar el bienestar de los humanos antes que el de los animalitos.
Yo soy una de las personas que piensan así, pero que tampoco olvidan el importante papel que juegan las mascotas en nuestras vidas y las de nuestros amigos y familiares.
Sophie es nuestra perrita de casa. Después de la insistencia de mis dos hijas, ella fue rescatada del centro de control de animales de la Policía de Charlotte-Mecklenburg.
Sophie no era una cachorrita y su comportamiento era extremadamente tranquilo. Se acercaba muy poco y siempre con temor. No ladraba y me tenía pavor. A mí y a la escoba. Cada vez que estaba cerca a ella, o veía que alguien tomaba la escoba, se orinaba de miedo.
Era claro que la pobre perrita había sido abusada y maltratada.
Pero como el tiempo y el amor todo lo curan, poco a poco, en verdad en un proceso muy, pero muy lento, Sophie nos dejó acariciarla y mostró su alegría de estar en un nuevo hogar.
Hasta inesperadamente volvió a ladrar, dejándonos sorprendidos pues habíamos llegado a creer que era muda.
Rápidamente el tiempo pasó, mis hijas tomaron su propio destino y mi esposa y yo nos quedamos solos en casa. Solos, pero con Sophie.
Desde ese entonces la perrita ha sido confidente de nuestras penas. Y su respuesta ha sido siempre estar a nuestro lado y darnos el consuelo de su presencia.
Hasta hoy llena de pelos la sala, el comedor, la cocina y el garaje. Hasta hoy intenta acompañarnos, pero ya no puede caminar más que algunos pocos pasos.
Nos parece que en estos días deambula por la casa sin saber precisamente dónde está. Casi no puede oírnos. Pasa la noche caminando sin poder dormir y el día durmiendo. Ha adelgazado mucho y sus patitas traseras casi no pueden sostenerla.
Pero, pese a todo, sigue buscándonos para regalarnos su cariño. Nos acompaña paso a paso, hasta en ocasiones haciéndonos tropezar con ella. No nos deja solos.
Sophie tiene ya 17 años y sabemos que su presencia, que es una bendición para nosotros, terminará pronto.
Al adoptarla hicimos algo por ella. Sin embargo, creo que ha sido mucho más lo que hemos recibido de su parte que lo que hemos podido darle.
Personalmente, ¡cómo me gustaría que alguien pudiera decir eso de mi cuando muera! Tarea difícil.
César Hurtado es gerente de medios hispanos de la Diócesis de Charlotte.