Cuando hablamos de los dones del Espíritu Santo, reconocemos estos siete que nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Ciencia, Piedad, Fortaleza y Temor de Dios. Estos son regalos para siempre, nos hacen santos y semejantes a Jesús.
Son gracias santificantes. Pero ¿ahí se quedan?
Bueno, primero que todo, estos dones nos producen muchos frutos como el amor, la caridad, alegría, gozo, paz, paciencia, bondad. Y todo esto, para nosotros los cristianos, se desarrolla al tener un encuentro personal con Jesús Resucitado.
Entonces, además de estos siete, ¿qué hay?
Tenemos que reconocer que Dios nos invita a participar en Su tarea. Estamos llamados a una vocación que nos va a transformar y que transformará al mundo junto con Él.
Todos hemos recibido carismas del Espíritu Santo para poder realizar nuestra habilidad particular.
El don del Espíritu es una gracia que nos hace santos y el carisma es una gracia que nos permite hacer santos a los demás. El Espíritu nos eleva más alto de lo que habíamos previsto, pero en la línea de aquello que somos.
Mediante el Bautismo y la Confirmación nuestra alma está en una permanente condición alerta y activa. Nuestros carismas están ahí, y mediante el discernimiento llegamos a conocerlos, explorarlos y desarrollarlos. Luego, recibimos afirmaciones mediante los buenos frutos de quienes nos aseguran que vamos bien, y las apreciaciones de los hermanos y hermanas nos dan fuerza y valentía para continuar la transformación junto con nuestro Creador.
Ejerciendo nuestros carismas reactivamos el fuego del Espíritu, nos convertimos en testigos ejemplares e invitamos a otros a que compartan los suyos. Todos hemos sido empoderados por Dios para el bien de los demás, como instrumentos de Su Divina Providencia.
Para estar seguros, las características de un carisma son: duran un largo tiempo, puede que prosperen en desarrollo y no se debilitan por la condición física; llevan a resultados por encima y más allá de nuestras habilidades naturales; se enfocan hacia afuera; han sido recibidos por la voluntad de Dios, no elegidos por nosotros.
Todos estamos llamados a hacer las cosas que son características de una vida cristiana. Dios nos da la Gracia que necesitamos mediante los dones del Espíritu y nuestros carismas.
Pongamos en discernimiento todo aquello que nos encanta hacer, aquello que los demás siempre nos piden que hagamos, todo lo que hacemos por el bien de los demás sin medir esfuerzos.
Desarrollar nuestros dones y carismas por el bien de nuestros hermanos y hermanas es el verdadero regalo de la vida que nos ha dado Dios. ¡Ánimo, tú los tienes! ¡Compártelos!
Ibis Centeno es coordinadora del ministerio hispano del vicariato de Salisbury.