En el Nuevo Testamento nos encontramos con el gran pedagogo de la oración. Jesús al reunir a los discípulos, forma con ellos una pequeña familia, con la que comienza un proceso en el camino de la oración.
Es importante ver cómo el hecho de que Jesús oraba se conservó en la mente y en el corazón de los que vivieron con Él como un dato importante para recordar y transmitir a aquellos que el Espíritu Santo atrajera a la fe.
Su enseñanza es bien clara. Jesús da importancia a las actitudes, invita a la discreción, humildad, atención, recogimiento y coherencia (Cfr. Mt 6:5-15) e inculca la perseverancia (Cfr. Lc 11:5-13). Él mismo es perseverante en su práctica de relación con el Padre.
Su ejemplo de oración no se limita a ocasiones, tiempos o lugares. Enseña cómo todo tiempo es precioso para orar. Su vida se desarrolla en medio de la oración, entre otros momentos lo encontramos orando después de su bautismo (Lc 3:21); al comienzo de su misión (Lc 4:1); en días de intensa actividad (Mc 1:35; Lc 5:16; Mt 14:23); antes de elegir a los apóstoles (Lc 6:12); antes de la profesión de fe de Pedro (Lc 9:18); en la transfiguración (Lc 9:28-29); antes de enseñar el padre nuestro (Lc 11:1); en el Getsemaní, antes de su muerte (Mt 26:36-44; Mc 14:32-34), etc. Es la experiencia de Jesús orante la que lanza a los apóstoles a pedirle que les enseñe a orar (Cfr. Lc 11:1).
Su enseñanza se basa en una comunicación profunda con el Padre (Cfr. Lc 11:2,-4); de ahí que la oración de Jesús la podamos catalogar como un hecho relacional. En la oración, Jesús enseña a dirigirse con confianza al Padre. Utiliza la palabra aramea “Abbá” (Mc 4:36) que es un apelativo del padre según la carne, vocablo que utilizaban en un lenguaje familiar y normal. Puede tener el sentido de un diminutivo-afectivo utilizado por los niños al referirse al papá terreno: papi, papito.
Es necesario que la familia ore como Jesús y unida se dirija al Padre con espontaneidad y confianza.
El perfil de la oración cristiana, como la ha enseñado Jesús, tiene un carácter íntimo y transparente, ella debe ser:
- Sobria, no se necesita multiplicar palabras porque “el Padre sabe bien qué les hace falta, antes de que se lo pidan” (Mt 6:8).
- Discreta e íntima, el mismo Jesús nos dice: “cuando ore, no sea como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto les digo que ya tienen su recompensa” (Mt 6:5).
- Atenta y recogida, “entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en lo secreto y conoce lo más profundo de tu corazón” (Mt 6:6).
- Vigilante, “estén preparados y vigilando, porque no saben cuándo llegará ese momento…” (Mc 13:33 sig.).
- Humilde, “… Porque el que se hace grande será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Lc 18, 9-14).
- Solidaria, “si en la tierra dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir alguna cosa, mi Padre Celestial se lo concederá” (Lc 18:20).
De acuerdo con estos criterios manifestados por el mismo Jesús, puede la familia lanzarse a la aventura de la cercanía extraordinaria de Dios. Reconociendo sus limitaciones, debe tener presente que Jesús no se olvida nunca del hombre y conoce y comparte sus dificultades. Él acompañará a la familia en sus esfuerzos para aprender a dialogar con el Padre.
El Padre Fabio Marin, sacerdote redentorista, es párroco de la Iglesia San José en Kannapolis.