La familia está en el centro del plan de Dios para la felicidad y progreso de sus hijos.
Una de las necesidades que todos tenemos es el querer ser aceptado y amado. Es parte de nuestra naturaleza como seres humanos y en ello la familia juega un rol muy importante.
Marcos 3:25 nos dice: “si una familia está dividida contra sí misma, esa familia no puede mantenerse en pie”.
El núcleo familiar es muy importante porque es el entorno en el que cada miembro tiene un acercamiento con la vida.
Sin la familia no habría continuidad en la raza, cultura, religión, valores, y ella nos sirve de apoyo y guía en los momentos cruciales de nuestra existencia.
En la familia es el primer lugar donde aprendemos a crecer y se nos enseña el amor incondicional, la fe para prepararnos a enfrentar nuestros miedos y retos venideros.
Una madre nos enseña a permanecer fieles y cuidar con esmero y dedicación el regalo más valioso que es la vida.
El padre nos enseña a luchar, a tratar a todas las personas por igual. Nos enseña a conocer a Dios como verdadero Padre, a conocer los verdaderos valores para formar el cimiento de una buena sociedad. Sin estos valores no podríamos vivir con tolerancia, teniendo caridad y respeto por cada persona.
Los hermanos, si los hay, nos ayudan a superarnos con sus buenos consejos y a ver la luz hacia donde debemos seguir, aprendiendo, como dice el Papa Francisco, “el don y el perdón recíprocos, sin el cual ningún amor puede ser duradero”.
Aprendemos a reconocer nuestros errores, a levantarnos de nuevo con más fuerza para salir adelante y restaurar los vínculos rotos.
Los abuelos, con la sabiduría obtenida por los años y experiencias vividas, nos transmiten la tradición que no debemos perder, porque es nuestra identidad familiar la que permite que nuestra cultura siga viva y sea transmitida a futuras generaciones.
Hoy en día se nos está cambiando el procrear hijos para continuar con la raza humana por tener mascotas que los reemplazan y en las que se invierte dinero, queriéndolas transformar como personas. Y se nos olvida la razón del ser humano, fuimos creados por Dios para habitar y multiplicar la vida en la Tierra que Él nos dio como heredad, para dominar los animales, no para que ellos reemplacen la vida humana.
Sin seres humanos no habría futuro en el mundo. Por eso cada vez más se nos propone algo simple que no genere esfuerzo; pero no nos damos cuenta a dónde nos está llevando esta frialdad, la cultura del descarte, la indiferencia por el que sufre, por el que tiene necesidad no solo material sino de afecto, amor y comprensión.
Pidamos a nuestro creador que cuide y fortalezca a cada familia para que nuestras futuras generaciones den el valor y la importancia de ser familia, reconocer lo que Dios nos está hablando y así hacer su voluntad, que no es más que realizar la vocación al amor.
“La felicidad de una persona no depende de su riqueza o posición social, sino del amor que fundamenta toda su vida” (Cardenal Van Thuan).
Gonzalo Pulgarín y Adriana Plata son un matrimonio integrante del equipo de la Pastoral Familiar del Vicariato de Charlotte.