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Catholic News Herald

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aquinoEstamos por celebrar el 15 de agosto la fiesta de la Asunción de Nuestra Madre a los cielos. Y quiero mencionar que hay dos fechas en el calendario de la Iglesia Universal que marcan todo el esplendor espiritual de María, el comienzo y el final de toda su existencia en esta Tierra: la Inmaculada Concepción y la Asunción al cielo.

Quisiera referirme a esta última, ya que estamos próximos a celebrar este dogma de fe que el Papa Pío XII proclamó el 1 de noviembre 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus, afirmando que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrena fue subida en cuerpo y alma a la gloria celestial.

La Asunción es una fiesta muy antigua y expresa un sentimiento del pueblo cristiano. Después de todo, María nació de forma única, sin pecado original (Inmaculada), vivió “llena de gracia” (Lucas 1,28) y participó activamente en la victoria de Cristo sobre Satanás, el pecado y la muerte.

Siento muy en mi corazón que María nos da la gran esperanza que, mientras nos esforcemos por vivir en la gracia de nuestro Señor, hacer su voluntad, y con la ayuda de María, podríamos compartir su resurrección en algún momento. Y sólo imitando las virtudes de Nuestra Madre podremos lograrlo, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 978.

María anticipa la resurrección de todos los miembros del cuerpo de Cristo y en ese cuerpo místico estamos tú y yo, y es una verdad de fe. Las cosas grandes de Dios en

María no terminan con el nacimiento de Jesús, Dios sigue actuando con su grandeza en el alma y en la vida de María, y la última de esas grandes obras de Dios en ella será precisamente la Asunción en cuerpo y alma a la gloria celestial.

María es la poseída por la gracia en el cuerpo y en el alma, la Inmaculada, en la que nada hay corruptible, porque todo en su persona es gracia, puro don de Dios.

¿Podría Dios Padre dejar incompleta la obra maravillosa de gracia operada en María durante su vida terrena? Lo siguiente es un extracto de una oración que figura en la obra clásica de San Alfonso María de Ligorio, ‘Las Glorias de María’, que resulta muy conmovedora y creo vale la pena recordar: “Oh dulcísima Señora y Madre Nuestra, por los méritos de tu Asunción, consíguenos la santa perseverancia en la amistad divina para que salgamos finalmente de este mundo en la gracia de Dios y así podamos

llegar un día a besar tus plantas en el paraíso y, unidos a los bienaventurados, alabar y cantar tus glorias como lo mereces”.

Esta oración me causó mucha emoción. Una oración que deberíamos rezar al pedir la presencia de nuestra Madre, que está en cuerpo y alma en el cielo, porque al celebrar el día de la fiesta de la Asunción de la Virgen María, podemos pedir a María que nos guie, proteja y cuide de nosotros

¡Ánimo!, feliz fiesta de la Asunción.

El Diacono Enedino Aquino es coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Greensboro.