Hace ya un buen tiempo que empezó la costumbre de quemar iglesias y publicarlas en medios sociales.
Con esto se genera bastante circulación de publicidad y comentarios, que es en realidad lo que quieren quienes hacen estas cosas contra la Iglesia Católica.
Por una parte quieren generar miedo y decirnos que es mejor callar y ocultar la verdad. Por otro lado, desean generar odio tanto de los que están en contra como de los que están en favor de la Iglesia, haciendo ver lo que pueden hacer o lo que están haciendo.
Quieren centrarnos en el hecho que nos están destruyendo y por eso la quema de iglesias se está haciendo más y más común, pues nosotros mismos pasamos la información a otros. Se esfuerzan en presentar lo negativo de la historia de la Iglesia, pasando por alto lo positivo y hermoso que hay en ella.
Lo importante es saber poner la otra mejilla, como lo dijo nuestro Señor.
Sabemos que el cristianismo por su propia naturaleza va a ser golpeado y perseguido. “Los perseguirán por mi causa”, dijo el Señor refiriéndose a que Él es la Verdad, la única verdad que irá en contra de los criterios de este mundo cada vez más secularizado y ateo.
Debemos pensar que la verdad no puede ocultarse y que el cristianismo no fue hecho para pelear, para destruir, para implementar el odio, sino para regenerar lo que el enemigo intenta destruir, que la mayoría de veces es la dignidad de la persona humana. Debemos iluminar las tinieblas del error y presentar la luz de Cristo que nos hace libres.
Al inicio del cristianismo se hizo muy común la persecución de los cristianos. Se tomaban presas a miles de personas y eran martirizadas, quemadas, llevadas ante tribunales, ante leones en los circos, etc. Esto se hacía para infundir miedo a la gente y que no optaran por el cristianismo.
Sin embargo, el testimonio de los Santos Mártires era tan ejemplar y auténtico, que todos se sentían conmovidos y, en lugar de sentir odio hacia el cristianismo, quedaban fascinados al ver cómo era declarada la verdad, hasta el punto de dar la vida por ella.
En ese entonces no quemaban iglesias materiales, que con un poco de esfuerzo pueden ser restauradas, sino que quemaban vidas humanas tratando de acabarlas. Y sin embargo, después de veinte siglos, vemos esta misma Iglesia en pie, creciendo cada vez más y más.
Mi punto al escribir esto es que no debemos dejarnos llevar por el odio, o por el desánimo de esta persecución, y mucho menos hacernos portadores y transmitir lo que ellos hacen, sino tener una auto-edificación de la Iglesia de Cristo, que se logra sobre todo por la oración, el entusiasmo de ser cristiano y seguir perseverando en la regeneración de este mundo.
Vamos, si nos han de quemar todas las iglesias nos iremos a el Monte de las Bienaventuranzas, donde el Señor predicó al aire libre. El punto fuerte del cristianismo en todas las etapas de la vida ha sido el corazón fiel que sabe aferrarse a los valores fundamentales de Cristo que hace relucir en el modo más perfecto la dignidad de la persona humana y la santidad a la que está llamada.
La persecución seguirá queridos hermanos, eso es algo que no podremos evitar. Pero recuerden que “el que persevere hasta el fin de salvará”, y es por eso que hoy más que nunca debemos conocer mejor nuestros principios cristianos y ser fieles al Señor.
Que nadie se sienta desanimado, por el contrario, que nos sintamos con el mejor de los entusiasmos, sabiendo que si la Iglesia es perseguida es porque se está oponiendo a muchas cosas negativas que quieren introducirnos.
Oremos y venceremos, actuemos con auténtica paz y ejemplo y veremos grandes frutos en nuestras vidas y en las de tantos hermanos nuestros.
Dios les bendiga.
El Padre Julio Dominguez es el director del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.