La solidez de los matrimonios y de las familias hispanas está enraizada en una cultura profundamente católica que puede salir adelante hasta en las situaciones más difíciles.
En 1983, los obispos de Estados Unidos escribieron una carta pastoral titulada “La presencia hispana: esperanza y compromiso”.
La carta produjo una gran alegría entre los católicos hispanos cuando escucharon decir a los obispos: “En este momento de gracia reconocemos que la comunidad hispana que vive entre nosotros es una bendición de Dios”.
Los obispos dijeron también que los hispanos ejemplifican y fomentan los valores esenciales para el servicio a la Iglesia y a la sociedad, incluyendo un profundo y respetuoso amor por la vida familiar en la que toda la familia extendida halla sus raíces, identidad y fortaleza.
Hoy, este don de familia es compartido por millones de católicos latinos en más de 4,500 parroquias en las que está presente el ministerio hispano.
Particularmente, el amor a la familia se percibe mucho a través de los innumerables niños hispanos de toda edad presentes los domingos en las liturgias en español a lo largo y ancho del país.
Los datos de la Oficina Nacional del Censo de 2009 muestran que, de los 10,5 millones de familias hispanas que residen en Estados Unidos, 66% están constituidas por una pareja casada y 41% por una pareja casada con hijos menores de 18 años. Asimismo, un 69% de los niños hispanos viven con ambos padres casados.
Sin embargo, las parejas y las familias hispanas no están inmunes a los diversos factores sociales que hoy corroen al matrimonio y la vida familiar. Es más, muchas familias hispanas tienen que enfrentar el impacto directo que ocasiona la migración desde sus países, la cual deja a cónyuges y familias enteras divididas por fronteras. Estas personas sufren además dolorosas separaciones bajo un sistema de inmigración ineficaz que no sólo dificulta sus esfuerzos para la reunificación, sino que también separa al esposo(a) de su esposa(o) y a los hijos de sus padres debido a las deportaciones que, con frecuencia, no toman en cuenta la vida familiar ni la dignidad humana.
La Iglesia puede hacer la diferencia al mantener unidos a los matrimonios y las familias hispanas. El apoyo que las parejas hispanas encuentran en sus parroquias y en otras comunidades de fe, puede ser la clave para un matrimonio sólido y una familia saludable.
Estudios muestran que las familias hispanas que tienen lazos fuertes con su comunidad de fe tienen mayores probabilidad de alcanzar un nivel educativo más elevado, así como de prosperidad económica y social.
¿Qué puede hacer la Iglesia, hoy y en el futuro, para brindar un ambiente saludable y un sentido de comunidad a las parejas y a las familias hispanas que crecen en parroquias culturalmente diversas? La respuesta no sólo se encuentra en lo que hacemos, sino en quiénes somos y cómo interactuamos unos con otros.
Primero, los sacerdotes y ministros eclesiales laicos necesitan estar más conscientes y comprometidos con el llamado para recibir a los hispanos, abrazarlos y caminar con ellos; dejando de lado el lenguaje de “nosotros-ellos” y pasando al lenguaje de “todos-nosotros-juntos”.
Segundo, lo que hacemos como ministros católicos deberá estar enraizado en el doble compromiso que tenemos con el mensaje de Cristo y las personas con las que vivimos y hacemos nuestro ministerio. Esto exige un profundo conocimiento de Cristo y su mensaje, de las familias hispanas en nuestra parroquia y del contexto cultural, religioso, social y económico en el que viven. Este conocimiento brota del esfuerzo que ponemos para saber escucharlas y nuestro genuino interés en las necesidades, aspiraciones e ideas que tengan estas personas en sus vidas.
Tercero, los ministros ordenados y laicos necesitan ser comunicadores eficaces del mensaje de Cristo entre las personas que hablan español y que tienen una cultura y manera particular de hacer las cosas. Esto incluye un conocimiento de la manera que las familias hispanas toman decisiones, aprenden, organizan y juntan con otros grupos. Tales conocimientos y compromiso nos ayudan a acoger y empoderar a los padres hispanos para que desarrollen y ejerciten su liderazgo en la familia y sociedad.
¡Trabajemos activamente para mantener fuertes a las familias latinas en los años venideros!
El Padre Julio Dominguez es director del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.