Todos conocemos lo que es la Navidad, ¿cierto?
Tiempo de compras, hacer planes, cocinar, fiestas, cenas, regalos, rompope, Santa Claus, tarjetas navideñas, etc. Bueno, no del todo cierto para muchos católicos.
En cambio, el Adviento es un tiempo de espera, recogimiento y anticipación, preparándonos gozosamente a que Dios entre en nuestras vidas en todo momento, lugar y tiempo: pasado, presente y futuro.
En Adviento nos preparamos para contemplar el Nacimiento de Jesús según la carne y, al mismo tiempo, consideramos habrá una segunda venida al final de los tiempos.
El Adviento no significa estresarnos acerca de la Navidad, andar a las carreras haciendo compras, ni tampoco es una carrera hasta llegar al 25 de diciembre. Adviento es un llamado a la esperanza, a preparar nuestra casa para recibir un visitante muy especial, Jesús, de tal manera que se sienta bien acogido.
Los colores de Adviento son morado y rosado solo para el tercer domingo, así lo veremos en la corona de Adviento, en la que encendemos una vela morada cada domingo y rosada en el tercero, que también es conocido como Domingo de “Gaudete”, que significa regocíjense, alégrense, no pierdan la esperanza durante la espera ya que nuestro visitante especial está por llegar.
Y es en el mensaje de gozo de este domingo en el que quiero centrar nuestra atención.
Este año ha sido muy difícil para muchas personas alrededor del mundo y especialmente para esta gran nación en la que vivimos. Pandemia, incertidumbre de trabajo, hambre, enfermedad y muerte en muchos casos. Y podríamos preguntarnos, ¿hay en realidad motivos para alegrarnos?
¡Claro que sí! Tenemos un Dios que es más grande que todo esto, que está por llegar a todos nuestros hogares en esta Navidad y que lo único que desea es que lo acojamos, que preparemos nuestros corazones, nuestros hogares y nuestras familias para su llegada. Él conoce todas nuestras necesidades, preocupaciones y sabe lo que necesitamos.
Quiero concluir con este poema del Padre Dennis Doren LC:
“Navidad eres tú, cuando decides nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en tu alma.
El pino de navidad eres tú, cuando resistes vigoroso a los vientos y dificultades de la vida.
Los adornos de Navidad eres tú, cuando tus virtudes son colores que adornan tu vida.
La campana de Navidad eres tú, cuando llamas, congregas y buscas unir.
La luz de Navidad eres tú, cuando iluminas con tu vida el camino de los demás con bondad, paciencia, alegría y generosidad.
El pesebre de Navidad eres tú, cuando te haces pobre para enriquecer a todos y acoges al niño Dios en tu corazón.
Los Ángeles de Navidad eres tú, cuando cuentas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de amor.
Los pastores de Navidad eres tú, cuando llenas tu corazón con aquel que lo tiene todo.
La Estrella de Navidad eres tú, cuando conduces a alguien al encuentro del Señor.
Los reyes magos eres tú, cuando das lo mejor que tienes, sin importar a quien.
La vela de Navidad eres tú, cuando decides iluminar.
La música de Navidad eres tú, cuando conquistas la armonía dentro de ti.
El regalo de Navidad eres tú, cuando eres de verdad amigo y hermano de todo ser humano.
La tarjeta de Navidad eres tú, cuando la bondad está escrita en tus manos.
La felicitación de Navidad eres tú, cuando perdonas y restableces la paz, aún cuando sufras.
La Misa de Navidad eres tú, cuando te haces alabanza, ofrenda y comunión.
La cena de Navidad eres tú, cuando sacias de pan y esperanza al pobre que está a tu lado.
La fiesta de Navidad eres tú, cuando dejas el luto y te vistes de gala.
Tú eres sí, la noche feliz de Navidad, cuando humilde y conciente, recibes en el silencio de la noche al Salvador del mundo, sin ruidos ni gran aparatosidad, tu sonrisa de confianza y ternura en la contemplación interior de una Navidad perenne que establece el Reino dentro de ti”.
El Diacon Sigfrido Della Valle es coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Smoky Mountain.