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Catholic News Herald

Serving Christ and Connecting Catholics in Western North Carolina
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dominguez2Me comentaba un amigo mío que no es muy allegado a la Iglesia, a pesar de que siempre le he insistido que vaya, que en estos días ha sentido una grave necesidad de ir a la Misa y al no poder hacerlo le entra mucho temor y dolor por las tantas veces que él sabía que tenía que ir y no lo hizo, e incluso pudo hacerlo y se negó a lo que en conciencia sabía que tenía que hacer.

Este es el caso de muchas almas en este momento, las que han sido bien fieles y han entendido el gran misterio de la Eucaristía, así como las que rutinariamente iban sin entender plenamente lo que pasaba en Misa y aún más las que iban solo cuando “les nacía”.

En estos días nos hemos dado cuenta muchísimos Católicos que la Eucaristía es algo esencial en nuestras vidas y que no solo es el hecho de ir por una obligación de conciencia, sino realmente un participar (tomar parte) en el Cuerpo y la Sangre del Señor.

Para los que han estado alejados de la Iglesia, ven lo que está pasando y la gravedad del asunto, se encuentran ante la realidad de la incertidumbre de lo que puede pasar a ellos o a su familia y aún imperfectamente por el temor llegan a la conclusión de que necesitan a Dios en sus vidas.

Los indiferentes se dan cuenta de que aún cuando iban distraídos a la Iglesia y muchas veces no sabían ni lo que estaban haciendo allí, sin embargo ahora que les piden reunirse delante de un televisor para escuchar Misa, alcanzan a redescubrir que el participar de manera presencial tiene un valor más elevado del que hasta ahora habían reflexionado.

Las almas fieles y exquisitas con Dios, son las que más me preocupan, pues ellas saben lo que es realmente recibir de manera fructuosa el Sagrado Alimento de la Eucaristía. Ellas disfrutan el momento íntimo de la unión del alma con el Cuerpo de Cristo, ellas saben que las palabras de Cristo: “el que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna” son una realidad.

Una de las realidades más hermosas que debemos entender es que la Santa Misa es el perpetuo ofrecimiento del Sacrificio del Hijo al Padre para la salvación y redención del género humano, y que en cada altar que se está ofreciendo la Santa Misa en estos días, tanto el Santo Padre, obispos y sacerdotes estamos ofreciendo esta intención para unir a todos los fieles al único Sacrificio del Hijo, y es de esta manera que todos los fieles pueden tomar parte.

Animo a todas las almas a que en estos días, en que nos hace falta la Santa Comunión, podamos darle el valor que tiene y nos demos cuenta de que el recibir al Señor es una bendición que no tiene precio, y que en realidad no la merecemos, pero que en su infinito amor Dios ha querido dárnosla como don inestimable.

¡Oh Sagrado banquete en el cual se recibe a Cristo, se llena el alma de gracia y se nos da una prenda de vida eterna!

El Padre Julio Dominguez es director del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.