Queridos hermanos en Cristo,
Todos estamos alertas y preocupados ante esta situación que se está viviendo en nuestro país y en muchas partes del mundo entero. Situaciones que muchos de nosotros nunca antes habíamos experimentado, como la muerte de tantos hermanos nuestros, el paro total de labores y, lo más triste, la cancelación de todos los servicios religiosos.
Yo quiero que todos nosotros, juntos como hermanos y miembros de la Iglesia de Cristo, le pidamos a nuestro Dios y Señor que hoy más que nunca nos conceda el don de la esperanza. Que ante la visión tan negativa que estamos recibiendo de los medios de comunicación tratemos de ver la parte más positiva de este momento, y nos alentemos unos a otros con la fuerza de Dios y el don de la esperanza.
En estos días he tomado infinidad de momentos para reflexionar en muchos puntos de mi vida y el Señor me ha dado grandes bendiciones haciéndome ver lo pequeño que es el hombre y la gran necesidad que tenemos de Él. En estos días he podido disfrutar a mi familia y darme cuenta que si antes no tenía tiempo para ellos ahora lo tengo. ¿Qué estoy haciendo con este tiempo de familia?
En este tiempo, me he rendido a los pies de Jesús y le he dicho que Él lleva el control de las cosas y que sólo Él sabe cuándo volverá todo a la normalidad; y me he dado cuenta que no soy tan indispensable como pensaba serlo.
Sin poner tanta atención a las noticias y prudentemente siguiendo las instrucciones que se nos han dado, veo que poco a poco llega la serenidad a casa y la paz de Dios va reinando en ella.
Y así voy viendo muchas cosas positivas que en un espíritu inquieto, atribulado y muy ocupado, eran difíciles de ver y sentir; pero en la confianza en el Señor y esperando de su misericordia se puede palpar con fuerza el gran amor que Él nos tiene.
Les animo a no perder nuestra esperanza sino a pedirle a Dios que la fortalezca, y que desde donde estemos ayudemos a todos nuestros hermanos a vivir este tiempo como un tiempo de espera, de solidaridad y de mucha reflexión sobre nuestras vidas.
Ojalá que nuestra meta sea lo que San Pablo mucho recomendaba: Recapitular todo en Cristo Jesús.
El Padre Julio Dominguez es director del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.