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Catholic News Herald

Serving Christ and Connecting Catholics in Western North Carolina
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En nuestra experiencia, el Domingo de Ramos era una expresión de fe cuando la gente se acercaba a la iglesia para recibir ramos y caminar en procesión recordando la entrada de Jesús en Jerusalén. 

Este año necesitamos más fe, porque la vida no es normal. Este año estamos todos prisioneros de un virus que parece más fuerte que nosotros; y nuestra fe es en Dios, que sufre como nosotros, pero vence hasta al poder de la muerte. 
Al escuchar la pasión del Señor, la Iglesia insiste que nos fijemos sobre todo en la cruz. 
Es fácil dejarnos llevar por los sufrimientos de Jesús. Pensemos en el dolor, el sentido de abandono, la traición, la soledad de este hombre tan bueno que pasó en su vida enseñando el amor del Padre. 
Sentimos el terror de Jesús que reza en el huerto: “Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba”. Vemos la sangre de su sudor al pensar en la agonía de su muerte. Su alma está rendida de dolor y él sabe que el único camino a la fidelidad le llevará a la pasión. 
Pero hay un peligro en dejarnos enfocar solamente en el dolor, nuestro Dios no es un Dios de dolor sino un Dios de amor. 
Ni Dios ni Cristo aman el dolor, sino que aman a los que sufren. No aman las lágrimas, aman a los que lloran. No aman la muerte, sino la vida.
El padre de Jesús no es un Dios que mortifique a los hombres, sino un Dios que resucita a los muertos. 
La cruz es un símbolo de amor llevado hasta el extremo en un mundo lleno de odio. La pasión es una revelación del amor, del amor que Dios nos tiene a cada uno. El Evangelio de la pasión y muerte de Jesús no se anuncia cada año para dejarnos envueltos en un sentido de culpabilidad y vergüenza. Se anuncia para que podamos entender nuestra responsabilidad, para extender el reino de amor y fidelidad. 
Al leer la pasión, nos damos cuenta de que Judas no es el único que traiciona a su amigo. Pedro no es el único que se protege en vez de seguir a su amigo. Los discípulos no son los únicos que duermen mientras que un amigo está sufriendo y abandonado. Y Cristo no es el único que sufre por el bien de los demás. 
La lectura nos llama a una conversión y transformación. No es un espectáculo ni un drama histórico, es un retrato de nuestra vida. Dejémonos entrar en la historia reconociendo nuestras limitaciones en los personajes del drama, con un deseo fuerte de cambiarnos para seguir fiel a este Jesús que se entregó a la pasión por fidelidad al Padre. 
En buena hora, y en las circunstancias actuales, nos damos cuenta que frente a la impotencia humana para resolver esta crisis mundial, comunitaria y personal, sólo nos queda volver nuestros ojos  para mirar la cruz de Jesús y, frente a ella, aceptar que Jesús nos ama, que no nos abandona y que la condición salvadora, redentora para nosotros y para el mundo entero, es ser fieles a Él. 
La pasión de Jesús no es un signo de castigo o de vergüenza, sino más bien una oportunidad para mirar, reflexionar cuán grande es el amor de Dios, y que a veces es necesario pasar por este camino de dolor para entender que sólo así comprendemos que las realidades humanas solo se realizan y tienen sentido cuando se cumple la voluntad del Padre. 
Estos días de recogimiento nos ayudan a concentrarnos en un discernimiento espiritual profundo para abrir ventanas de esperanza y de salvación, donde seguramente encontramos razones contundentes para ver, en la historia de cada uno, de que muchos años, meses, días y horas han pasado inútilmente y sin sentido porque no hemos dedicado el tiempo sagrado para vivir, disfrutar y celebrar la grandeza de Dios en cada instante de nuestra vida. 
Les invito a todos a que en unos instantes demos una mirada sanadora con Jesús de todo lo que Dios ha realizado y sigue realizando en nuestras vidas, pues no son más que preámbulos de la vida eterna. Lo demás es efímero. 
No olvidemos compartir en familia estos mensajes y, si esta realidad le ha abierto los ojos para una mejor vida espiritual, por favor pídale al Señor que lo ilumine y que nunca se olvide de hacerlo siempre. 
Tareas: No olvidar el rezo del Santo Rosario en familia y ojalá rezar el Santo Viacrucis. A los niños y jóvenes les gusta mucho. 
Hagamos que nuestra reflexiones se mediten en casa con mucha sencillez, amor y alegría. Sagrado Corazón de Jesús: en vos confío.
Muchas, pero muchas bendiciones,
— Padre José Antonio Juya, Coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Gastonia.