Estamos en camino hacia la celebración de la Semana Santa y, haciendo eco de la Palabra de Dios, destacamos dos frases importantes: Dios nos llama y Dios nos libera.
Recuerdo al menos dos textos, Mt. 4,24 y siguientes y Lc.6,17-20. Su fama llegó a Siria; y le trajeron todos todos los que se encontraban mal con enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curó. Y le siguió una gran muchedumbre. Viendo la muchedumbre, se sentó y sus discípulos se le acercaron. Al mirar a sus discípulos, Jesús les decía: Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos. Ustedes son la sal de la tierra. A ustedes que me escuchan les digo: amen a sus enemigos.
Este tiempo, camino hacia la Semana Santa, es de reflexión para meditar sobre el llamado que Dios nos hace a cada uno de los bautizados. Veo la necesidad de una reflexión seria sobre el significado tan profundo del ser llamados por Dios.
Cuando miramos la actitud de Jesús frente a la realidad de la muchedumbre y, al mismo tiempo la necesidad del llamado a los discípulos, entendemos claramente que este llamado tiene un significado muy grande para los seguidores de Jesús. No se trata de una convocatoria casual, emocional, sino de una respuesta sincera que nos lleve a una liberación integral y cambio de vida. De ahí que les dice: Ustedes son la sal de la tierra. Y para ser sal de la tierra se requiere ser consecuentes con todo lo que significa este llamado, comenzando por darle sabor a nuestra vida desde Dios con nuestra vida espiritual, con nuestra entrega, con nuestra solidaridad, con nuestra liberación interior de todo lo que nos impide ser transparentes, con un sentido de pertenencia cristiana muy fuerte.
En estos días de reflexión y encuentro familiar podemos descubrir en nuestras vidas muchas cosas buenas y regulares, porque nos sentimos llamados por Dios y, tal vez, a veces hablamos mucho, mucho. Pero siendo sinceros, tenemos que ahondar más en nuestro interior y en ese interior poder deshacernos de tantas resistencias que nos quitan la paz, que nos quitan la oportunidad de liberarnos de tantos muertos que no nos dejan respirar con el Espíritu de Dios la grandeza por la cual hemos sido llamados, y ese llamado es para dar vida.
Les invito a limpiar ese interior con sentido profundo de bienvenida. Sintamos la necesidad de apreciar lo que somos desde Dios, para salir hacia afuera y proclamar lo que soy con un sentido de pertenencia: Soy hijo e hija de Dios.
Ya no ves con inseguridad, con temor, con miedo, sino con la certeza de lo que eres porque ha sido capaz de sanar su interior. Desde allí vas a entender lo que significa ser llamado y ser liberado, regalo profundo para poder ser misionero de Jesús.
Así como el virus de la muerte se contagia fácilmente por falta de prevención, irresponsabilidad y falta de disciplina de los humanos, también la vida de la Gracia, que es regalo de Dios, crecerá y crecerá si los llamados por el Señor nos comprometemos a protegerla, cueste lo que cueste, aún con sufrimiento.
Jesús llama para hacer que los discípulos tomen conciencia de cómo deben ser en un mundo difícil, oscuro y hostil. Les invito para que cada familia medite esta reflexión y rece el Santo Rosario por nuestra liberación y la de nuestros hermanos.
Sigamos orando y no olvidemos a nuestros hermanos que en estos momentos pasan por momentos de oscuridad.
Sagrado corazón de Jesús, en voz confío.
Bendiciones.
— Padre José Antonio Juya, coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Gastonia