Hoy marchamos en Charlotte. La próxima semana muchos de nosotros marcharemos en nuestra capital del estado, Raleigh. Y una semana después de ello, nos uniremos a muchos otros miles más y marcharemos en la capital de nuestra nación, Washington, D.C.
Marchamos, y decimos que marchamos por la vida, porque hay muchas amenazas a la vida, amenazas que buscarán interrumpir el latido del corazón de los más vulnerables entre nosotros.
Marchamos por la vida porque muchos que no pueden marchar se ven privados de la vida.
Los no nacidos son literalmente la clase más vulnerable de personas, en el sentido biológico más estricto. Desde el momento de la concepción hasta el momento del nacimiento, el niño en el útero se encuentra entre las criaturas más frágiles, por lo que el cuerpo de la madre se convierte en un santuario para él, un lugar de refugio y subsistencia.
En lugar de defender la justicia, el estado de derecho ahora fomenta la injusticia contra los niños no nacidos, permitiendo la terminación del embarazo por prácticamente cualquier motivo en prácticamente cualquier etapa de gestación.
El útero de la madre, una vez sinónimo de atención y cuidado, ahora se ha convertido en un dominio de la muerte; alguna vez un santuario seguro, ahora es un lugar peligroso.
Marchamos porque no podemos soportar este cambio, permitir esta injusticia ni tolerar esta destrucción.
En primer lugar, marchamos por los no nacidos, por el recuerdo de aquellos que ya están perdidos y con esperanza por aquellos que están amenazados. Marchamos en nombre de sus almas preciosas y sueños incumplidos.
También marchamos por aquellas mujeres cuyas vidas se vuelven tan difíciles, dolorosas y desesperadas, que sienten que terminar con la vida de su hijo por nacer es la única opción.
Marchamos por aquellos hombres cuyas heridas y miedo les hacen negar su paternidad, o cuya paternidad les ha sido negada por la elección de otros.
Marchamos por aquellos que están entrenados en las profesiones médicas, que se han alejado del credo de su profesión de “primero, no dañar”, y han convertido las artes curativas en poder destructivo.
Marchamos por nuestra ciudad, estado y nación. Por sus líderes, legisladores y jueces, por aquellos que defienden la santidad de la vida y, de hecho, por aquellos que se oponen a ella.
Marchamos, entonces, por nosotros mismos y por aquellos que se unen por la causa de la protección de los no nacidos, el respeto de la vida y la preservación de la dignidad humana.
Marchamos con nuestros corazones enfocados hacia el bien, para que al marchar esa fuerza de voluntad por el bien aumente dentro de nosotros mismos.
Marchamos con nuestros pies para obedecer el mandato de Dios en nuestros corazones, para que nuestro corazón esté más en sintonía, para que podamos seguir marchando, actuando y trabajando por el bien de los demás con mayor valor y coraje.
Y así marchamos. Marchamos por la sanación y compasión. Marchamos por la justicia y la paz. Marchamos por la gloria de Dios, el autor de la vida. Nunca vacilemos, mientras marchamos decididamente por la esperanza.
Condensado del discurso que pronunció el Padre Cory Catron, vicario de la Iglesia San Vicente de Paúl en Charlotte, en la Marcha por la Vida Charlotte 2020.