Debo confesar que la idea de trabajar durante el pasado Viernes Santo no resultaba nada atractiva para mí, ni para mi familia. Normalmente la fecha es para pasarla en casa y, particularmente, me trae muchos recuerdos de cuando chico, en casa de mis padres, no se podía escuchar música fuerte, se saboreaba un plato de bacalao a la vizcaína acompañado de arroz blanco y papas amarillas, mientras todos veíamos, casi por obligación, el 'Sermón de las Siete Palabras' que transmitían las cadenas de televisión, seguidas de las clásicas películas bíblicas como 'El Manto Sagrado', 'Moisés' y 'Marcelino, pan y vino'.
Sin embargo, ya había hecho una cita para recibir en las oficinas del diario donde trabajo a una niña violinista que había interpretado una pieza religiosa, durante la misa del Domingo de Ramos, en la Iglesia San Gabriel, a la que regularmente asisto con mi esposa e hija.
Aquel día solo pude escuchar la brillante ejecución musical, más no pude ver a la niña, por lo que solicité a Carmen Calvar, directora del Coro Alegría Hispana de San Gabriel, me contactara con la familia de la prodigiosa ejecutante para poder realizar una entrevista.
Sin otra fecha disponible, su madre, Jenny Clemente, ofreció visitarme el Viernes Santo. No podía decir que no. Negar la fecha no hubiera sido apropiado. Además quería conocer a la niña que había originado tantos maravillosos comentarios, no solo por su ejecución, sino porque, además, Giovana Dubuc, la niña de solo once años que esperaba conocer, solo tiene la mitad de su brazo derecho y utiliza una prótesis para tocar el violín.
Gracias a Dios que la cita se concretó. Gracias a Dios que Giovanna, su madre y su hermanito llegaron a las oficinas y me regalaron casi una hora de su tiempo para conversar con ellos y tomar algunas fotografías.
De otro modo, no hubiera podido conocer un verdadero ángel.
Giovanna resultó ser toda una sorpresa. Para su corta edad razona como una persona adulta, pero en su razonamiento hay más dulzura, cariño, atención y respeto que racionalidad y ciencia.
Me encontré desarmado. No sabía qué preguntar, cómo abordar la entrevista. Temía que algo que pudiera decir sobre su condición lastimara a ella y su familia.
Giovanna respondió todas mis inquietudes, cómo se había interesado por el arte, cómo había decidido aprender a tocar violín, y claro, tenía que preguntarlo, por qué razón tenía su bracito así y si esa condición la incomodaba.
Con una generosa paciencia y gran ternura contestó todas mis preguntas. Así me enteré que su 'problema' era de nacimiento, y que, en verdad, ese no era un 'problema' sino un aliciente más para alcanzar las metas que le presenta la vida.
Con un bracito menos, esta niña practica escalada en roca, toca violín, pinta, juega voleibol y no se limita en nada. Con un bracito menos, este angelito me enseñó que la fuerza no está en el cuerpo sino en el espíritu de cada uno de nosotros. Y que un espíritu invencible, de la mano de Dios lo puede todo.
Como titulé la historia, 'solo el cielo es su límite', pues Giovanna nos demuestra cada día que no hay tareas imposibles, y que los contratiempos de la vida y las impertinencias de otras personas que nos juzgan por cómo lucimos, como pensamos, o por lo que hacemos, no deben detenernos en nuestra tarea de estar cada día más cerca de Dios, y de su perfección.
Como me dijo su madre, Jenny Clemente, "¿Sabes, la perfección es solo una idea que tenemos en nuestra mente? Y para mí, mi hija es perfecta."
¿Sabes Jenny?, para mí también.
César Hurtado, productor audiovisual graduado en la Universidad de Lima, es miembro de la Iglesia San Gabriel en Charlotte y periodista para HOLA Noticias en Charlotte.