A yer por la mañana llevé a mi abuelita al quiropráctico.
Saliendo de la cita ella me dijo: “Ángela, tengo hambre”. Yo le respondí “abue, mejor comemos en casa y así ahorramos dinero”.
Bueno pues, como tenía que comprarle comida a mi conejito, pasé a Walmart y ahí tienen un pequeño local de comida rápida en el que preparan sándwiches. Entonces le dije a ella: “bueno abuelita, ya estamos aquí, vamos a pasar”.
Cuando estaba en el mostrador ordenando nuestros sándwiches, el muchacho que tomaba mi orden me preguntó si era hispana. Yo, en mi mente, estaba pensando, “este ha de ser uno de esos muchachos que molestan por la raza de uno”, pero le respondí: “sí soy hispana”. Y para mi sorpresa me dijo: “es que hablas muy bien el inglés”.
Ahí comenzamos a platicar de nuestra niñez y, de un momento a otro, me dijo: “yo soy de Cozumel, pero mis padres abusaban de mí cuando era chiquito y me enviaron a Estados Unidos donde me adoptó una familia. Pero no supe que era adoptado hasta que cumplí los quince años de edad. Ahora tengo 21”.
En ese momento no supe qué responder. Solo le dije que la vida puede ser difícil a veces, pero que tenemos que aprender a vivir y sacar lo mejor de ella.
Me entregó mi comida y me senté con mi abuelita a comer, pero dentro de mí me decía que tenía que hacer algo, que tenía que responder de alguna manera.
No sabía qué hacer y de repente le pedí a mi abuelita papel y lápiz y comencé a escribir una carta para este joven.
En ella le dije “¡gracias por tu grandioso servicio! Recuerda que la vida a veces puede ser difícil, pero siempre hay ángeles en ella para protegernos. Dios te ama y tiene un propósito para ti. Te invito a que asistas al grupo juvenil de nuestra iglesia. (Información) Nosotros no sólo vamos a orar sino que vamos a crecer humana y espiritualmente. Dios te bendiga, Ángela”.
¡Cuántas veces vemos a jóvenes o escuchamos de tiroteos y qué hacemos! Los criticamos. Pero, ¿por qué nunca nos sentamos a escucharlos? ¿Qué hubiera pasado si el joven que mató e hirió a sus compañeros estudiantes de la Universidad de Carolina del Norte hubiese sido escuchado? No lo sabemos, quizás la balacera no hubiera ocurrido.
Tenemos que aprender a escuchar a la gente y a Dios.
Ahora, te desafío a que cuando un joven o una persona se abra a ti sin saber quién eres, en vez de solo decir “lo siento”, ¿por qué mejor no tomas acción y lo invitas a aferrarse a Dios?
Este joven, sin conocerme, se abrió a mí, a platicarme algo tan íntimo y privado. Por favor, tomemos acción en situaciones de este tipo porque no sabemos cómo podemos impactar la vida de alguien.
Con una sencilla sonrisa ya estamos evangelizando.
Dios te bendiga.
Ángela Acosta, graduada de Stuart W. Cramer High School, es coordinadora del grupo juvenil Grupo Fruto de Fe y catequista de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en Charlotte.