Hoy es un tiempo muy especial.
Un tiempo en el cual la nostalgia nos llega siempre y el sentimiento aflora con respecto a nuestras relaciones interpersonales, relaciones familiares. Muchas veces la distancia en este tiempo de Navidad nos llama mucho la atención. Dentro de la Iglesia estamos viviendo un tiempo de adviento, un tiempo de preparación, un tiempo de esperanza.
¿Cómo está nuestro mundo?, el mundo que nosotros hemos formado, nuestra burbuja, aquello que está a nuestro alrededor, aquello que está muy cerca de nosotros. Nuestra esposa nuestros hijos, nuestros amigos, nuestra comunidad, ¿cómo estamos viviendo esto?
Las lecturas de la Santa Liturgia nos van a llevar en el camino de la preparación, de reconocer cómo estamos viviendo hoy en nuestros días en relación con Dios, en relación con los demás.
Adviento es prepararnos, ¿prepararnos para qué?
Muchas veces nos llena de angustia escuchar las lecturas que hoy están puestas en el Evangelio respecto a estar prevenidos porque el cielo va a temblar, las estrellas caerán, el mar entrará con un gran estruendo y nos llenaremos de temor y de miedo.
Yo te preguntaré algo, ¿cómo está tu pequeño mundo?, ¿cuáles son las estrellas que se bambolean, el cielo que se está cayendo?
¿Cómo está ese pequeño mundo que has estado fabricando?, tu propia vida alrededor de aquellos que te aman, te quieren, que están y caminan contigo.
Hoy es un día de sanar, un día de cambiar, un día de preparar la venida de alguien más grande, de alguien que puede darle sentido a nuestra vida.
Yo te diría, y esto es un pensamiento personal basado en algo que escuché, que pensamos en las venidas del Señor, que en la primera no te tomaron en cuenta. Para nada. El Señor nace en un pesebre sin tomarte en cuenta a ti ni a mí. Hay otra tercera venida, la venida que hemos escuchado en esta preparación de Adviento, la preparación para la Navidad. El Señor va a venir y tampoco te van a tomar en cuenta. El Señor va a decidir qué día, qué hora, qué momento, porque ni tú ni yo ni el mismo Jesús lo sabe, pero Dios va a venir.
La pregunta aquí es la segunda venida que pongo en relieve. Apocalipsis 3:20, “Estoy a la puerta y llamo”, ¿le vas a abrir?
Hazte esta pregunta, ¿cómo está tu vida? El Señor está tocando a la puerta, quiere entrar, cenar, comer contigo, ¿tú qué quieres hacer? Realmente, ¿estás preparado para esa venida de la cual Apocalipsis nos habla? “Estoy a la puerta y llamo”. ¿Le vas a abrir?
Así como está tu vida, hoy es un momento de preparar esa venida, de abrirle el corazón a Dios para que esta Navidad, a pesar de la distancia, nos unamos más en el cuidado, en el respeto mutuo.
Que esa distancia se acorte a través de la oración, a través de mi preparación, de mi propio mundo. ¡Olvídate si el mundo se va a acabar!, Dios está hablando de tu propio mundo, de mi propio mundo.
En este tiempo tan formidable que es el tiempo de Navidad, amigo, hermano, yo te pediría que reflexionaras, no en el fin del mundo, que reflexionaras en tu propio mundo, en el mundo que te has fabricado.
Contéstale al Señor. ¿Le vas a abrir? Esa es, para mí, la venida de Dios. “Estoy a la puerta y llamo”, ¿le vas a abrir?
De ti depende hermano. Y si no, empieza a prepararte, empieza a quitar, sacar, cortar, expulsar, tirar, sacar fuera todo aquello que te de pena, que no te acomode, para que Dios entre hasta tu propia casa y se siente contigo, y que tenga un encuentro, un encuentro de Dios contigo.
Olvídate de los regalos, olvídate de las cosas. Tú, como persona, en tu corazón, ¿cómo me estoy preparando?, ¿cómo nos estamos preparando para recibir esa venida?
“Estoy a la puerta y llamo”. ¿Le vas a abrir?
Que Dios te bendiga.
El diácono Enedino Aquino es el coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Greensboro.