“¡Ay, de ustedes maestros de la ley y fariseos, hipócritas que cierran el reino de los cielos delante de los hombres porque ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que están entrando!”
(Mt. 23,13) es una frase muy expresiva de Jesucristo en referencia al actuar de los fariseos y escribas de su tiempo debido a que habían establecido una serie de rúbricas impuestas al pueblo que lo único que hacían era entorpecer y confundir a los fieles en su relación con Dios y, desde luego, en la vivencia de la fe debido al extremo rigor de sus normas.
Dichas normas parecían dar más importancia a lo externo que a lo interno, la apariencia tomaba precedencia sobre esencia. Este ritualismo, muy presente en la religión judía de los tiempos de Jesucristo, va a producir por reacción, el deseo de algo más ligero, menos solemne, pero de mayor sentido para el fiel creyente.
El ritualismo ocurre cuando repetimos el rito sin saber ya lo que este significa. Entonces el rito ya no es símbolo y pierde todo su poder enriquecedor.
No obstante, los ritos son necesarios y por eso debemos esforzarnos por llenar los ritos de significado. Al parecer este era uno de los problemas de la religión judía en el tiempo de Jesucristo.
Cristo mismo nos da un ejemplo de esto en la parábola del buen samaritano (Lc. 10, 25-37), donde un sacerdote y un levita pasan de largo sin asistir a un hombre que había quedado malherido al ser asaltado.
La supuesta razón para no ayudar al herido fue el no exponerse a quedar impuros o bien a llegar tarde a sus devociones, denotando claramente que para ellos era más importante el cumplimiento de una ley externa que seguir el mandamiento del amor al prójimo como máxima norma del fiel creyente.
En este caso sucede lo que la cita inicial expresa, “ni entran ni dejan entrar”. En los tiempos actuales, el Papa Francisco nos invita a permanecer abiertos diciendo que “la Iglesia no es una aduana, sino que tiene que permanecer abierta”, tiene que ir a lo esencial, el amor.
De modo que la invitación queda aquí para todos nosotros a no cerrar las puertas a quien se acerca a la Iglesia. Algo importante es entender que cada uno de nosotros somos la Iglesia y por lo tanto hemos de estar abiertos a los demás.
Que Dios nos conceda ser una iglesia en salida, es decir, abierta a los demás dejándonos guiar por el Espíritu Santo, buscando una mayor fraternidad como cristianos y una mayor comprensión y respeto entre nosotros.
El Padre Fidel Melo es el director del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.