“Maestro, haz que pueda ver.” (Marcos 10:46-52)
Desde su ordenación como sacerdote en Zaragoza, en Marzo de 1925, el joven sacerdote Josemaría Escrivá de Balaguer pedía al Señor con insistencia lo mismo que el ciego Bartimeo cuando el Señor le pregunto: “¿Qué quieres que te conceda?: Maestro, que vea.” (Amigos de Dios, 197).
El 2 de Octubre de 1928, el sacerdote vio claramente la misión que Dios le encomendaba. Multitudes aspirando a la santidad. Personas que se esforzarían por santificar su trabajo, santificarse en su trabajo y santificar a los demás con su trabajo, en su vida ordinaria.
Nuestra primera obligación es formarnos; adquirir una recta doctrina. “Piedad de niños, por tanto, y doctrina segura de teólogos” (Es Cristo que pasa, 10).
“¡Cada vez has de ensanchar más tu corazón, con hambre de apostolado! De cien almas nos interesan las cien,” (Surco, 183). Mientras nos formamos, podemos invitar a otros “ayudarles a ser santos, sabiendo que en la tierra no seremos santos ninguno. No haremos más que luchar, luchar y luchar,” (Forja, 692). Todos nuestros esfuerzos serán inútiles si no contamos con la gracia de Dios. Para acercar otros a Dios: “Primero, oración; después, expiación; en tercer lugar, muy en ‘tercer lugar’, acción,” (Camino, 82).
“No son ustedes los que me eligieron a mí,” (Jn. 15:16).
A continuación relato algunos hechos que, increíble pero felizmente, condujeron a mi incorporación a la Prelatura del Opus Dei. El diez de Octubre de 1968, me gradué de Médico Veterinario de la Universidad Central de Venezuela. En 1984, uno de mis compañeros de promoción fue electo decano y me llamó para ocupar el puesto de director. Aquí, quiero resaltar cuatro ideas: amistad, confianza, llamado y coincidencia - ¿Providencia?
Poco después de estar en el cargo, recibí la visita de una señora que venía a solicitar se le agilizase la pensión que le correspondía como viuda de un docente. Estaba cansada de ir de oficina en oficina por más de un año sin obtener respuesta. Al siguiente día debía ir a las oficinas centrales en Caracas. Entre los documentos que llevaba incluí la pequeña nota. A los pocos días la señora volvió a mi oficina. Con gran alegría me informó que su problema se había resuelto ¡en menos de una semana! y me entregó un ejemplar del libro Camino. Ella y su difunto esposo eran supernumerarios del Opus Dei. ¿Providencia?
Mi esposa y yo íbamos a la Misa diaria de siete de la mañana con nuestros cuatro hijos, antes de llevarlos al colegio y nosotros a trabajar. A esa Misa asistía también un comerciante de origen canario. Un día se acercó solicitando ayuda para algo y, simultáneamente me invitó a una actividad formativa del Opus Dei. Así, con dos personas que tropecé: una en mi trabajo y la otra en el templo; con un libro y una invitación, empezó mi relación con el Opus Dei.
Las charlas que daba el sacerdote me impactaron. El hombre enseñaba con la autoridad del que sabe; predicaba con la emoción del que verdaderamente cree; vivía y practicaba con celo lo que predicaba. Y aquí estoy, treinta años después de mi admisión como supernumerario, el 29 de Junio de 1986, fiesta de San Pedro y San Pablo.
Los medios de formación de la Obra alimentaron mí deseo por profundizar en la doctrina de la Iglesia y, a la vez, fueron, y son, guías claras y desafíos para mi desempeño familiar, profesional y social.
“No tengas espíritu pueblerino. —Agranda tu corazón, hasta que sea universal, ‘católico’. No vueles como un ave de corral, cuando puedes subir como las águilas,” (Camino, 7).
“Servidor bueno y fiel,” (Mt. 25:23).
Todos hemos recibido al menos un talento y estamos obligados a ponerlo a producir, sin excusas. No vaya a ser que el Señor, a la hora del juicio, nos responda como en Mateo 25: 26-30.
En los relatos precedentes, he hablado de familia, amistad, confianza, trabajo, alegría, llamada, vida interior, infancia espiritual, santidad y apostolado; motivo de preocupación y formación. Sin embargo, cualquiera de ellos debe ser atendido con “orden” para no correr el riesgo de dar vueltas como perro detrás de su cola.
El tiempo debe ser utilizado con criterio de eficiencia; en la vida espiritual, el tiempo no es oro !es gloria! Tenemos que tener un plan de vida y cumplirlo. Un instante vacio, será ocupado por el enemigo:
Levantarse a hora fija, ofrecer el día y cada tarea; atender a la familia; tiempos fijos de oración (Santo Rosario, meditación) y de lectura espiritual (La Biblia, en primer lugar y otras lecturas recomendadas); la Santa Misa, acercarse al sacramento de la penitencia; visitar a Jesús Sacramentado; realizar bien el trabajo, ofrecerlo para que adquiera sentido sobrenatural, que sea santificado y medio para nuestra santificación y la santificación de otros.
Estas son algunas de las cosas que he venido aprendiendo y trato de cumplir.
Acudamos a María, Esperanza nuestra, Asiento de la Sabiduría, para que nos guie por este Camino de Santidad y Apostolado.
Jorge Beltrán es miembro de la Iglesia San Marcos en Huntersville. Beltrán es el encargado del grupo de estudio de doctrina católica en español.