“Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra,” (Mateo 2:11)
Este domingo, 8 de Enero, celebramos en la Iglesia de los Estados Unidos, la Epifanía del Señor. Una fiesta que marca el final de la época de Navidad en la Iglesia. La Epifanía se conoce mejor en nuestros países de Latino América como la fiesta de los “Reyes Magos,” y generalmente la celebramos el 6 de Enero, exactamente 12 días después de la Navidad. Recuerdo de niño, como generalmente recibíamos regalos también el día de los Reyes Magos --- no tanto como en las Navidades, pero siempre mis padres nos sorprendían a mis hermanos y a mi con algún ‘regalito.’ Esta tradición de celebrar el día de los Reyes aquí en los Estados Unidos realmente no existe en las comunidades de habla-inglesa, y desafortunadamente parece estar desapareciendo en nuestra cultura Hispana en este país.
El Evangelio según San Mateo para este Domingo de Epifanía es uno de mis favoritos porque está lleno de simbolismo, y nos puede inspirar a ver esta gran tradición de una manera diferente, y tal vez celebrarla de una manera más significativa de este año en adelante.
La lectura de este Evangelio comienza así: “Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: ‘¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo.’” Mateo cuenta que los tres Reyes Magos llegaron a la corte del Rey Herodes porque ellos vieron ‘surgir su estrella y hemos venido a adorarlo.’
Aunque el Evangelio no lo menciona, tradicionalmente se interpreta que estos reyes magos provenían probablemente de Persia, pero existen otras interpretaciones que por sus regalos de oro, incienso y mirra, probablemente venían del antiguo reino de Sabá, lo que se conoce hoy como el país de Yemen. Pero, cualquiera que haya sido su país de origen, pienso que lo importante es que los Reyes Magos reconocieron la estrella del Niño Jesús desde tierras lejanas, y tuvieron el valor de viajar hasta la corte de Herodes en Jerusalén para encontrar y adorar al rey de los judíos.
San Mateo continua, “Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría.” Mateo nos dice que al ver ellos la estrella de nuevo ¡se llenaron de alegría! Me imagino que esa estrella no solo era algo precioso, sino también algo irresistible para los reyes viajeros. Pero, ¿Quién es la Estrella del Norte que nos guía y se detiene encima de donde está el Niño Jesús esta Navidad?
Uno de mis títulos favoritos para la Virgen María es “Stella Maris,” que significa estrella del mar en latín. En la oscuridad de la noche, los navegantes por siglos se guiaban por las estrellas para orientarse hacia el puerto seguro. Entonces, de la misma manera que la Estrella de Belén guio a los tres Reyes Magos al establo de Belén para que le ofrecieran sus regalos de oro, incienso y mirra, la Virgen María es la estrella de la evangelización en la Iglesia que nos lleva al Corazón de Jesucristo, puerto seguro.
Los Tres Reyes Magos también representan a todos los pueblos gentiles, o no judíos, de la tierra. Porque el Mesías nació para salvar a toda la humanidad, y no solo al pueblo judío. Los tres regalos que ellos dejan a los pies del Niño Jesús simbolizan el oro, porque Jesús es rey; incienso porque Jesús también es sacerdote, y la mirra (que se usaba para embalsamar a los cadáveres) porque Jesús también es profeta --- la mayoría de los profetas del Antiguo Testamento fueron asesinados por los judíos. Similarmente, cuando nosotros somos bautizados, adquirimos y compartimos por medio de este sacramento en la identidad de rey, sacerdote y profeta de Jesuristo.
Entonces, hermanos y hermanas, llenémonos de alegría en esta Epifanía, y dejemos que la Virgen Maria sea nuestra Estrella de Belén que nos guie a los pies de nuestro Salvador para que nos prostremos ante Él, y reanudemos otra vez nuestras promesas de bautismo para que nuestras vidas sean un regalo de oro, incienso y mirra para Jesús.
Rico De Silva es el Especialista de Noticias Hispanas del Catholic News Herald.