El pasado Domingo, 20 de Noviembre, celebramos la fiesta de Cristo Rey. Al reflexionar en el Evangelio de ese Domingo, le hice esta pregunta a mi congregación: ¿Cuál es la idea que nosotros tenemos cuando pensamos en un rey? Nos imaginamos, casi sin excepción, en una persona que es poderosa, que tiene autoridad sobre los demás, y las otras personas le obedecen.
Despues me pregunté a mi mismo: ¿Por que el Evangelio para esta celebración no menciona las grandes obras de Cristo? Por supuesto que si Cristo es un rey, entonces Él tiene todos los atributos de un rey, los cuales acabo de mencionar.
Es sorprendente entonces, que, el Evangelio de ese ultimo Domingo del Calendario Liturgico de la Iglesia, no se trata acerca de las grandes cosas que Jesús hizo, o habla de su poder, sino que habla acerca de su Crucifixión y Muerte. Incluso, vemos a personas que son testigos de su sufrimiento y se burlan de Jesús y de la idea de que Él es un rey. Ellos, lo mismo que nosotros, esperan ver a un rey que sea poderoso y dominante, pero Jesús en la Cruz no parece ser nada de eso.
Para comprender mejor esta fiesta, tal vez es una buena idea que miremos como se originó. Algunas fiestas de la Iglesia han existido por siglos, e incluso miles de años. La Pascua de Resurrección, por ejemplo, ha existido por más de 1,500 años y ha sido celebrada de una manera u otra desde el nacimiento de la Iglesia. La fiesta de Cristo Rey, por el contrario, solo ha sido celebrada por cerca de 85 años. Entonces, esta se considera una fiesta bastante nueva en nuestro calendario litúrgico.
Durante la década de 1920, hubo una gran persecución en contra de los sacerdotes, monjes y monjas, y fieles laicos católicos en México. La práctica del catolicismo estaba prohibida en ese país, y cualquier persona que fuera fiel a su fe católica podría ser arrestada, multada y muchos fueron ejecutados. (Es importante que recordemos que, el 23 de Noviembre, celebramos la fiesta del Beato Miguel Agustín Pro, uno de los sacerdotes que fue asesinado durante esta persecución.)
Las personas que permanecieron fieles a su fe católica, aquellos que estuvieron dispuestos a sufrir y a morir para seguir a Jesús, usualmente declaraban antes de morir, o cuando eran torturadas, “¡Viva Cristo Rey!” Ellos gritaban esto en reconocimiento de que Cristo era su verdadero rey. Y que no poder terrenal podía prevenirles de seguir a su verdadero Señor. Ellos gritaban esto en camino a su muerte porque ellos sabían que si morían con Cristo, ellos a pesar de parecer estar muertos, vivirían para siempre en el reino de Cristo su Rey.
El Papa Pio XI, cuando esta persecución estaba ocurriendo, instituyó la fiesta de Cristo Rey, en honor a las personas que estaban siendo perseguidas en México, y que gritaban Cristo Rey al dar sus vidas por amor a Cristo. Estas personas, que parecían estar derrotadas, eran en realidad victoriosas porque por su amor a Dios, vencieron todo, y no se sometieron a los tiranos de la tierra.
Este es el misterio de Cristo Rey. Cristo en la Cruz parece no tener ningún poder. Cristo parece débil y frágil. Sin embargo, Cristo en la Cruz es en realidad un rey. Cristo sufre con amor, y Él no se dobla a ningún poder de la tierra o a ningún pecado. Este un Cristo que considera el amor a Dios y al prójimo sobre todas las cosas, y que transforma la Cruz en un trono sobre el cual Él reina con amor. Cristo transforma esta aparente debilidad en una fortaleza. Cristo transforma su muerte aparente en una gloriosa vida eterna.
Entonces, hermanos y hermanas, imitemos este valor. Imitemos a esos mexicanos que fueron perseguidos, y pongamos nuestro amor a Dios sobre todas las cosas de este mundo, y sobre todo pecado. Estemos dispuestos a morir, antes de traicionar nuestra creencia en Jesucristo, y gritemos ante el pecado y las cosas del mundo: “¡Viva Cristo Rey!” Y declaremos de esa manera, que Cristo es primero en nuestra vida. Imitemos también a Cristo, y permitámosle al amor que conquiste todas las cosas, para que, de esa manera, nuestras debilidades se conviertan en una verdadera fortaleza; y que al morir a las cosas del mundo, se nos otorgue la vida eterna.
Que Dios los bendiga.
El Padre Joshua A. Voitus es el Párroco de la Iglesia Saint Mary, Mother of God, en Sylva. El Padre Voitus celebra Misa de Vigilia Dominical en español todos los sábados a las 7 p.m.