Hay muchas definiciones acerca del Camino de Santiago. Sin embargo, hablando en castellano, el Camino de Santiago es el viaje de peregrinos hacia la ciudad de Santiago de Compostela, en donde se encuentra la tumba del apóstol Santiago debajo de la Catedral que lleva el mismo nombre que la ciudad.
Desde el siglo IX, pasó a ser una de las más importantes rutas de peregrinos en Europa, y la columna vertebral del reino de la península Ibérica.
Literalmente hablando, el camino de Santiago es precisamente eso, un camino, una ruta a la cual -durante todo el año- actualmente acuden miles de peregrinos de todas partes del mundo. En 2019 se marcó un récord de peregrinos que arribaron a Santiago, nada menos que 347,578.
El camino se puede hacer a pie, en bicicleta o a caballo. El camino está siempre abierto para el que quiera hacerlo, con una red de iglesias, albergues, bares (nombre que reciben todas las cafeterías y ventas de comida) y fuentes de agua para beber.
El camino de Santiago es una experiencia que, a mi manera de ver, tiene que estar en la lista de cosas que es necesario realizar antes de morir, lo que los estadounidenses llaman ‘bucket list’. Es un peregrinaje a donde la persona se puede fácilmente encontrar consigo mismo y con Dios, por medio de la naturaleza, de los paisajes, del compañerismo, el dolor, el cansancio, y la belleza de las siete catedrales por las que uno pasa, sin contar cientos de iglesias con una antigüedad de siglos.
Hay muchos caminos o rutas que llegan a Santiago, pero la más popular es el camino francés, el cual empieza en Saint Jean-Pied-de-Port, Francia. Son nada menos que 32 días a pie o 13 en bicicleta.
Sin embargo, como en todas las cosas, hay un pero. El Camino de Santiago es adictivo. En tan solo cuatro años y con mis rodillas en no muy buena condición, he recorrido tres caminos, el francés, el portugués, y hace pocos meses nuevamente el francés, pero en esta ocasión en bicicleta.
El 25 de julio se celebra la festividad del Apóstol Santiago. La ciudad se viste de gala con quema de pólvora, fiestas, carnavales y Misas. Y si la festividad del Apóstol cae en domingo, hay indulgencias y se abre la puerta de la misericordia en la Catedral, la misma que cuenta con el incensario más grande del mundo.
Dicho en una sola frase, es una experiencia maravillosa. Sin saber en dónde pasaré la noche, con una mochila en la que se llevan pocas pertenencias, tres mudadas de ropa, cansancio y adversidades, pero viviendo un gozo, una felicidad que se siente en el aire y que fácilmente se transmite. Para mí, son momentos que solo se pueden comparar con un pedacito de cielo. Buen Camino.
El diácono Sigfrido Della Valle es coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Smoky Mountain.