Los recién ordenados sacerdotes Aaron Huber y Darren Balkey se embarcan en el ministerio sacerdotal
Más allá de los cuellos clericales que usan, Aaron Huber y Darren Balkey comparten antecedentes muy similares.
Ambos han sido católicos activos desde que eran niños. Ambos se graduaron de Belmont Abbey College. Ambos alguna vez consideraron el matrimonio y tener una familia. Y el sábado ambos fueron ordenados, llamados a servir a Dios como sacerdotes.
Más allá de estas coincidencias, sus caminos hacia el día de la ordenación se desarrollaron de manera única y los han inspirado a diferentes ministerios.
‘PRIMEROS FRUTOS’ DEL SEMINARIO UNIVERSITARIO
El Padre Huber es el primer sacerdote ordenado para la diócesis que llegó a través del Seminario Universitario San José de la diócesis, ubicado en Mount Holly.
Estuvo entre el primer grupo de hombres en ser aceptado en el programa del seminario cuando se inauguró en 2016.
El seminario universitario nutre las vocaciones locales entre las parroquias y familias de la diócesis, cerca a casa. Los graduados asisten a los seminarios mayores fuera del estado para completar su formación sacerdotal, luego regresan para su ordenación y servir en las crecientes parroquias de la diócesis.
A la edad de 25 años, Huber personifica cómo el seminario universitario impulsa las vocaciones sacerdotales para la diócesis, una prioridad para el Obispo Jugis.
Desde su fundación hace cinco años, docenas de jóvenes que disciernen el sacerdocio han asistido al programa del seminario universitario, que en 2020 abrió un hogar permanente en Mount Holly.
“El programa es un testimonio del trabajo y el enfoque del obispo y los sacerdotes involucrados”, dice Huber. “Su perseverancia y devoción a Dios realmente han valido la pena, y apenas estamos comenzando a ver sus primeros frutos”.
El apoyo de los feligreses, dice, también fue crucial, “creo que a los feligreses les complace saber que sus hijos tendrán sacerdotes que se están formando aquí mismo en la diócesis. Ellos saben que tuvieron un papel en la formación de sus sacerdotes a través de su apoyo al programa… Es una fuerza unificadora”.
Siendo parte del naciente programa, Huber dice que él y otros siete seminaristas se convirtieron como en “una familia, una hermandad”.
“Tenemos una buena mezcla de personas de diferentes culturas y orígenes. Todos somos muy diferentes, pero algo nos une: servir al Señor y aspirar a ser Sus instrumentos en el mundo”.
La fe puso una base sólida
El seminario universitario no fue la primera influencia en la vocación de Huber.
Su fe católica está arraigada desde sus primeros recuerdos de crecimiento en una familia numerosa: es el tercero de nueve hijos, asistía a Misa, se confesaba, servía en el altar y vivía la fe con su familia en casa. Su parroquia, San Juan Evangelista en Waynesville, es pequeña, con un par de cientos de familias, por lo que se esperaba que todos colaboraran en la iglesia.
“Ese testimonio constante fue de gran ayuda en mi vocación porque se convirtió en una base, lo que hasta el día de hoy aprecio mucho”, afirma.
Durante su adolescencia, Huber participó en el Consejo Asesor Juvenil Diocesano, y sintió más profundamente el llamado del Señor. “La pastoral juvenil con mis compañeros fue algo que me ayudó con el discernimiento y me llevó a donde estoy ahora”, dice.
Cuando Huber fue a Belmont Abbey College, salió brevemente con una compañera de estudios que había conocido en la escuela secundaria. Como la mayoría de los jóvenes, supuso que algún día se casaría y tendría una familia.
“Estaba aclarando cosas (en mi vida) en ese momento. Me imaginé que realmente me encantaría tener una esposa y un hijo, ya que estamos programados de esa manera, para tener una familia. Sin embargo, tomas la decisión de renunciar a algunas cosas para hacer lo que estás llamado a hacer, y realmente experimentas la alegría de dar tu vida al Señor”, explica.
Una visita con el Obispo Jugis
Huber tenía la persistente idea de convertirse en sacerdote.
El concepto había sido plantado en su mente cuando era niño, y recuerda claramente una visita al Obispo Jugis cuando llegó a su parroquia en Waynesville para confirmarlo, cuando Huber tenía alrededor de 12 años.
“Él venía todos los años. Recordó nuestros nombres y nos habló de vocaciones. Nos dio rosarios y pidió que rezáramos por las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa”, recuerda Huber. “Él dijo: ‘Ora para que Dios te muestre tu vocación’”.
Otro momento llegó después de haber ingresado al programa del seminario universitario. A veces, se preguntaba si valdría la pena invertir su talento y pasión en otras actividades.
“El Padre Patrick Winslow dijo algo que realmente me quedó grabado. Él dijo: ‘¿No es maravilloso que seas tan capaz que puedas hacer tantas cosas con tu vida y que Dios te esté llamando aquí? ¿Que sea aquí donde pongas a trabajar todos esos talentos?
Ahora, la realidad de ser sacerdote significa que Huber puede estar más íntimamente conectado con lo que más ama: “Hay una palabra para todo lo que amo de la fe católica, y esa es la Eucaristía. Todo está ligado a eso. Es ‘la fuente y cumbre’ (de nuestra fe) por una razón. Es Dios mismo. Todo en la fe católica se encuentra allí”.
Capellán naval y sacerdote
Huber no es solo una vocación a destacar este año. Balkey es solo el segundo sacerdote ordenado para la diócesis que también se desempeñará como capellán de la Marina de Estados Unidos (El primero fue el Padre Michael Klepacki, que se convirtió en capellán en 1988 para la Marina, Marines y Guardacosta 10 años después de su ordenación).
Balkey servirá aquí en la diócesis durante tres años y luego obtendrá una asignación a través de la Arquidiócesis de los Servicios Militares de Estados Unidos.
“Espero con ansias este período de tutoría y exposición a sacerdotes más experimentados de la diócesis”, dice Balkey, de 30 años de edad. “Este período de entrenamiento le dice a los militares: ‘Tenemos confianza en que puede tener éxito’”.
Servirá como capellán de la Marina durante cinco años, luego puede optar por continuar sirviendo, ingresar a la Reserva de la Marina o regresar a una asignación parroquial en la diócesis de Charlotte.
¿Por qué realizar un “doble trabajo”, servir a la Iglesia y al país?
Balkey dice que siempre ha querido ser el tipo de persona en la que se puede confiar cuando los tiempos se ponen difíciles.
“Tengo corazón para el servicio”, explica. “Realmente no podía separar mi corazón para el servicio a mi prójimo y mi servicio a Dios”.
Desde muy joven, se le animó a ser independiente y tener una amplia gama de experiencias. Creció en State College, Pensilvania, en una familia católica, el segundo de tres hijos, y estudió tanto en escuelas públicas como en casa.
“Ello me enseñó a tomar la iniciativa, a ser emprendedor. Me entrenó mucho en la búsqueda de oportunidades para aprender”.
‘el sacerdote está aquí’
Después de graduarse de Belmont Abbey College, trabajó durante un par de años con jóvenes con problemas para pagar sus préstamos de estudio.
Incluso antes de que pudiera verlo realmente dentro de sí mismo, los jóvenes vieron que tenía una vocación.
“Me preguntaron si iba a ser sacerdote”, recuerda. “Habían llegado a esa conclusión, incluso antes que yo me diera cuenta. Tenía la sensación de que podría suceder, pero no sabía cuándo ni cómo”.
El servicio lo llamó, inicialmente fue voluntario en el departamento de bomberos voluntarios de Locke Township en Salisbury.
“¡Todos aman los camiones de bomberos!” dice, riendo. “¿Qué estaba buscando? Quería una comunidad 24/7. Estaba buscando algo que me permitiera ser la persona a la que la gente llama. Si tienes un problema a las 3 de la mañana, ¿quién llega? Fueron esas personas las que me atrajeron”.
Balkey dice que le encantó la sensación que tenía al viajar en el camión de bomberos. “El sacerdote y el bombero son iguales en ese sentido: la gente no tiene idea de todo lo que haces, pero saben exactamente lo que haces en ciertas circunstancias. Cuando te presentas con el uniforme, confían en que lo harás bien: ‘Resuelve mi problema. Arregla mi vida’”.
“Te apareces con tu equipo de bombero y la gente dice, ‘el departamento de bomberos está aquí’. Te apareces con una camisa negra y cuello blanco y dicen, ‘el sacerdote está aquí. Dejémosle que haga su trabajo’”.
Al igual que Huber, Balkey fue monaguillo, incluso en sus días universitarios. Quedó impresionado por los monjes benedictinos de la Abadía de Belmont, cuyo carisma es la oración y el trabajo, “ora et labora”.
“Cuando llegué a la universidad y estaba rodeado de monjes rezando e interactuando con los estudiantes, reconocí: ‘Vaya, este es un tipo que trabaja a tiempo completo’. Sus creencias y convicciones son su sustento”.
Se dio cuenta que la vida de sacerdote también podría ser una opción para él.
“Había estado pensando que podría ser católico en el ejército o podría ser sacerdote”, dice. “Eventualmente me di cuenta de que podía hacer ambas cosas. Hay una coincidencia natural allí. Y sabes que encontraste lo que debes hacer cuando no tienes que preguntar por qué”.
“Hay muchas otras cosas que podría haber estudiado, hecho o seguido, y serían geniales por lo que son, pero no tocan muchas áreas de mi vida. Es solo un campo en el que entras. La fe católica se trata de la persona en su totalidad y de la totalidad de nuestras vidas, y me encanta esa conexión”.
mirando hacia el futuro
Tanto Huber como Balkey están entusiasmados con lo que Dios tiene reservado para ellos.
Dice Huber, “una de las cosas que más anhelo es simplemente ser sacerdote”, ofrecer los sacramentos, escuchar confesiones y ser un instrumento en las manos de Dios.
“Teniendo esa configuración con Cristo Sumo Sacerdote, y luego mi vida convirtiéndose en un sacrificio... No simplemente cuando ofrezco la Misa estoy entregando mi vida, sino cada día a través de mi configuración a través de Cristo Sumo Sacerdote – toda mi vida se convierte en un sacrificio. Me doy cuenta de que quien soy ha cambiado, y ha cambiado para siempre”.
Balkey añade: “Estamos tratando de salvar almas aquí. Haré todo lo que pueda para llevarte allá”.
— Catholic News Herald