CHARLOTTE — “Que ninguno se aislé al rezar el rosario, y que nadie se ponga a ver televisión, no se excusen diciendo ‘es que llego cansado’, como padres sabemos nuestra obligación”.
Este es uno de los versos escritos por Luis Tapia, poeta de vocación, feligrés de la Iglesia San Vicente de Paúl en Charlotte, y médico veterinario de profesión.
‘Hablemos serio’, como dicen los ecuatorianos, nacionalidad de Luis Tapia, un apasionado de la lectura y, por ende, de la escritura correcta.
“No me considero un poeta en sí”, dice humildemente, reconociendo que su pasión inició en la escuela secundaria, cuando descubrió esa vena literaria que hasta el día de hoy lo acompaña.
“Por ahí escribí uno que otro versito, pero me profundicé más en lo que son los acrósticos”, señaló. Pero fueron las vivencias religiosas que comenzó a vivir en compañía de su esposa, Cleopatra, las que lo llevaron a inclinarse por la poesía de tema religioso.
Lamentablemente, reconoce que su trabajo a tiempo completo lo distrae de poder dedicarse con más empeño a su tarea de escritor, la que lo inquieta constantemente.
“Todavía no tengo el tiempo para realmente sentarme a escribir, pero lo pienso hacer cuando me jubile”, anotó.
Pero también Luis Tapia es un conocedor de las reglas gramaticales y de ortografía del idioma castellano. Integrante del ministerio Emaús de varones en la parroquia San Gabriel, “sufría” al ver los errores gramaticales y ortográficos impresos en documentos de trabajo que presentaban sus hermanos.
“No es que me disguste en extremo ver esos errores, pero si me gustaría ayudar y enseñar a las personas que desconocen las reglas”.
“Cuando uno escribe algo, parte de la belleza de ese escrito está representado en la manera como lo escribes. Un error o una falta te cambia el sentido de lo que quieres decir”.
Leer ayuda mucho, afirma, y pone de ejemplo la Biblia, que “tiene una escritura perfecta, no tiene ni un solo error”, por lo que, “aparte de lo que te dice la Biblia, también es bueno leerla con el fin de aprender a escribir correctamente”.
De Quito a Charlotte
Nacido en Santo Domingo de los Colorados, una localidad a medio camino entre la capital de su país, Quito, y la costa del Océano Pacífico, Tapia se crió en una escuelita de campo con poco acceso a recursos básicos como energía eléctrica y bibliotecas. “Unos pocos libros de la escuela y ahí nomás”, era todo con lo que contaban, recuerda.
Graduado de la escuela como bachiller, su primer trabajo, obviamente, estuvo relacionado con las letras.
Empleado como reportero de un diario local, el jovencito Luis Tapia comenzó a dar sus primeros pasos en la redacción informativa.
“Empezaba a buscar los hechos del pueblo y a ver qué podía ser noticia, así recibí mi primer salario”.
“La lectura llegó después, cuando ya fui a la universidad en Quito”, la primera separación familiar que le tocó vivir cuando aún era menor de edad.
Vivir la soledad a una temprana edad, afirma, lo llevó a encontrar compañía en la lectura y la escritura. Desde ese entonces, alrededor de 1980, cuenta con registros de “lo que estaba escribiendo”.
Tapia arribó a la Ciudad Reina como la mayoría de los migrantes, en búsqueda de mejores horizontes para él y su familia.
“Perdí mi trabajo en una compañía grande relacionada con la crianza de aves en Ecuador y ya no pudo mantener el nivel de vida que tenía. Gracias a Dios, algunos amigos me invitaron y recibieron en Charlotte para explorar posibilidades aquí”, relató.
Inicialmente llegó solo, al cabo de dos meses, con trabajo y habiendo investigado escuelas para sus hijos, determinó que era el momento preciso para que toda la familia lo acompañara. En mayo de 2000 se reunió con toda la familia.
“Desde ese entonces hemos sido bendecidos y nos ha ido muy bien en todos los aspectos”.
Después de haber trabajado por 17 años en una empresa alemana en Charlotte, en 2017 decidió unirse al equipo de trabajo de su esposa que tiene una compañía de servicios contables.
“No soy contador, pero me encargo de la parte de redacción de cartas e ingreso de datos, y, después del trabajo, muchas veces me ocupo de mi afición, escribir... siempre buscando dar un mensaje positivo de vivencia personal en mis versos”.
Por el momento, se encuentra recopilando sus poemas con la intención de reunirlos y ver su posible publicación. “Es muy poco todavía lo que tengo, necesito producir más. Pero mi meta es no irme de este mundo sin publicar un libro”, sentenció.
— César Hurtado, Reportero
Familia que reza unida
Que marido y mujer recen juntos les pido,
como dice en el título de esta canción.
Para que una familia permanezca unida,
debe formar un coro al hacer oración.
Que los hijos al verles, le sigan sus pasos,
y en familia reciban total bendición.
Bendecid Oh Señor las familias, Amén.
Bendecid a las que rezan solas también.
Que ninguno se aisle al rezar el rosario,
y que nadie se ponga a ver televisión,
no se excusen diciendo -es que llego cansado,
como padres sabemos nuestra obligación.
Es que no es suficiente con que el uno rece,
ni tampoco decir -me falta vocación.
Si yo amo a mi esposa, me siento a su lado,
y entre dos entonamos este himno de amor:
Bendecid Oh Señor las familias, Amén,
Bendecid a las que rezan solas también.
Recordemos la promesa de matrimonio,
de permanecer juntos en el bien y el mal,
que rezar no es solo un asunto de mujeres,
ni te hace menos hombre acercarte al altar.
Es hora de cambiar y empezar nuevamente,
fueron dos al comienzo, son dos al final.
Bendecid Oh Señor las familias, Amén,
Bendecid a las que rezan solas también.
No esperemos estar en el lecho de muerte,
ni en la fría cama de algún hospital,
para reconocer que fallamos a Cristo,
y ese instante clamar por perdón y piedad.
Hoy la vida te ofrece el tiempo suficiente,
para arrepentirte y ponerte a rezar.
Tómale de la mano al que tienes al lado,
como cuando entraron de camino al altar.
Bendecid Oh Señor las familias, Amén,
Bendecid Oh Señor, la mía también.