Feligresa al borde de la muerte por coronavirus nunca perdió la fe
CHARLOTTE — El pasado miércoles 27 de mayo fue un día muy especial para la señora Miriam Veloz, una reconocida parroquiana de la Iglesia San Gabriel, en donde se ha desempeñado por muchos años como coordinadora de varios ministerios.
Ese día, la señora Veloz, a través de una consulta virtual, fue informada por su médico de cabecera que estaba ya completamente libre de Coronavirus, el virus casi acaba con su vida. El mismo que al 3 de junio ha ocasionado la muerte de 106,181 personas en los Estados Unidos, 944 de ellas en Carolina del Norte.
Todo comenzó a principios de abril, cuando una persona de su casa presentó un malestar parecido a un resfriado y decidió consultar al médico. Tras la visita al doctor se le recetaron algunas medicinas y realizó una prueba de detección de Coronavirus, pero no se le indicó aislamiento social. Tras ocho días de espera llegaron los resultados: la persona estaba infectada por COVID-19.
De nada valieron los esfuerzos por limpiar la casa y aislar a la persona. Después de diez días, cuando todos los ocupantes de la casa creían haberse librado del mal, uno a uno fueron presentando ligeros síntomas.
Lamentablemente, con Miriam Veloz no sería igual.
“Me sentía decaída, mucho cansancio, se me fue el apetito”, por lo que después de una consulta médica virtual el doctor le recomendó que asista al hospital. “Allí me hicieron el examen que dio positivo y me enviaron a casa con una receta de un analgésico y un antibiótico”, relató.
Los síntomas se agravaron, el 14 de abril presentó problemas respiratorios y el 15 su esposo la llevó a una sala de emergencias donde ella perdió el conocimiento.
Fue trasladada a un centro hospitalario de Carolinas Medical Center. Ahí permaneció diez días dormida y con respiración asistida.
“No recuerdo nada”, afirma, “solo como en sueños recuerdo luchar por mi vida. Ante la muerte pensaba que no podía irme todavía, que mi esposo, mi hija y mi nieta aún me necesitaban”.
También recuerda que llegó el momento en que, resignada ante lo que parecía una muerte cercana, entregó su vida a Dios. “Señor ya no doy más”, clamó, “dejo en tus manos mi vida, haz lo que quieras de mí, te entrego mi vida, mi cuerpo”, dijo, y aunque parezca mentira, “eso me dejó descansar”.
Por su hija, quien estaba autorizada a visitarla en el hospital, sabe que los médicos intentaron desconectarla del respirador, pero su cuerpo no fue capaz de mantenerse por sí mismo.
El 25 de abril despertó. Sus manos y pies no respondían, el habla había sido seriamente afectada por los tubos que habían introducido por la tráquea. La enfermedad también le alteró otras funciones del organismo: le subió la presión sanguínea, pese a no ser diabética presentó altos niveles de azúcar y el ritmo cardíaco se modificó significativamente.
Se hizo necesario que se someta a terapia de rehabilitación física, ocupacional y del habla, las que hasta hoy recibe en casa.
La primera semana de mayo pudo salir del hospital para continuar su rehabilitación en casa, donde cumplió una cuarentena obligatoria hasta que fue dada de alta.
Fe inquebrantable
Lo último que puede perder la señora Miriam es la fe. Asegura que lo primero que hará cuando se sienta fuerte y se den las condiciones, es “visitar la Iglesia San Gabriel para dar gracias a Dios por esta nueva oportunidad de vida”.
“Por ahora estoy uniéndome al Rosario virtual que rezan algunos amigos y espero que pueda hacer algo productivo pronto”, afirmó.
Las preocupaciones no terminan, pues ella está recibiendo facturas por la atención hospitalaria, pero aún no tiene la fortaleza para enfrentar los pagos. “He recibido la ayuda de mis amigos, de la iglesia, pero ahora mismo no estoy trabajando y no sé cuando podré hacerlo. Mi esposo perdió uno de sus empleos, pero esto ahora para mi es secundario. Todo se va a solucionar, sé que todo va a estar bien con la ayuda de Dios”.
Después de haber vivido esta experiencia, Miriam Veloz nos recomienda ser cuidadosos y responsables. “Nunca se sabe si quien está al lado de uno es portador del virus y nos podemos contagiar. La pandemia afecta a todo el mundo, cada uno debe ser responsable por uno mismo y por la familia. Tenemos que cuidarnos los unos a los otros”, afirma.
Serio problema
La pandemia de COVID-19 ha afectado seriamente a las comunidades más vulnerables. En el condado Mecklenburg, según datos oficiales proporcionados por el gobierno de la Ciudad, se aprecia un incremento lineal de los casos reportados diariamente, mientras que la curva de casos totales parece ya estabilizarse en estos últimos días.
Solo el 27 de mayo se reportaron 151 nuevos casos de COVID-19, el número más alto desde que inició el registro de la pandemia el 11 de marzo.
La comunidad hispana y afroamericana ocupan el primer y segundo lugar en número de casos de Coronavirus reportados con el 38,5% y 27,6% respectivamente; aunque el índice de fatalidades es mucho mayor en la comunidad blanca y afroamericana que entre los Latinos.
En la comunidad hispana, el mayor número de casos, 49%, afecta a personas entre 20 y 39 años de edad, es decir, jóvenes que trabajan en sectores de servicios declarados como esenciales.
— César Hurtado, reportero