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Catholic News Herald

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042420 youthASHEVILLE ­— La aparición de la pandemia de Coronavirus cambió por completo el panorama de las celebraciones religiosas en todo el país. Las restricciones de reunión que decretaron las autoridades sanitarias y de gobierno, indispensables para evitar el contagio y la dispersión del mal, impidieron que los feligreses llevaran a cabo sus reuniones regulares.

Pero no solo niños y adultos vieron detenidas sus actividades de formación de la fe y práctica de culto en decenas de grupos y ministerios, a lo largo de las 98 parroquias y misiones que conforman la Diócesis de Charlotte, en el oeste de Carolina del Norte.

Un sector muy afectado fue el de los grupos juveniles, entre ellos uno que visitamos el pasado 11 de marzo, el grupo juvenil de la parroquia San Eugenio, en Asheville, pocos días antes que se decretaran las primeras medidas sanitarias de restricción.

Bajo la guía directa del Padre Patrick (‘Pat’) Cahill, pastor de la parroquia, más de un centenar de jóvenes de escuela media y secundaria se congregaban todos los miércoles desde las cinco y treinta de la tarde, cuando daban inicio a sus sesiones de formación de la fe y compartir con la celebración de la Santa Misa.

El miércoles 11 de marzo, en plena temporada de Cuaresma, fuimos testigos de un hecho que se podría calificar de excepcional. Decenas de jóvenes siguieron atentamente el Vía Crucis para posteriormente, primero con timidez y luego con decisión, seguir la Adoración Eucarística con gran devoción.

Pero este año, que había comenzado con cambios, era un paso experimental del Padre Pat. Anteriormente los grupos se reunían los domingos por la noche, “pero esto era un poco incómodo para las familias”, explicó el Padre Pat.

Por ello, de acuerdo con los padres de familia, se decidió cambiar la fecha de reunión para que la familia se vea beneficiada al contar con más tiempo para disfrutar en el día de descanso que la mayoría de integrantes comparte: el domingo.

Con ese propósito, el párroco decidió implementar una Misa los miércoles a las 5:30 de la tarde, tras la cual se ofrecerían las clases de formación de la fe y las reuniones grupales de los jóvenes. Allí compartirían una pizza y refresco u otro snack para socializar entre ellos.

La propuesta tuvo una aceptación inmediata y los resultados comenzaron a reflejarse rápidamente en los niveles de asistencia. ¿Cuál fue la clave para este logro? “La participación de los padres”, responde el Padre Pat.

“Necesitamos la participación de los padres para lograr el éxito del grupo juvenil. Sin padres no es posible, porque los jóvenes no pueden conducir, al menos que ya tengan 16 años, y la posibilidad de contar con un coche para ellos no es grande. Quiero lograr una combinación de una iglesia activa laica y las devociones tradicionales. La iglesia no son solo los sacerdotes y las monjas, es la gente de Dios. Necesitamos a todos para lograr una iglesia viva que se extienda en el mundo”, afirmó el Padre Pat.

Lamentablemente, los deseos de ver una sensible mejora en el programa durante el próximo año podrían verse afectados por la suspensión momentánea, y sin fecha de reinicio a corto plazo, que posiblemente impida consolidar los logros adquiridos en los primeros meses de 2020.

INCLUSIÓN Y FLEXIBILIDAD

“Tengo catequistas que solo hablan español y otros que hablan solamente inglés, pero gracias a una dinámica de inclusión que hemos implementado el programa ha resultado ser todo un éxito”, dijo el Padre Pat.

También el aprendizaje de la cultura de la comunidad hispana jugó un papel importante en la aceptación e integración de los jóvenes y sus familias.

“La Iglesia de Estados Unidos tiene una estructura organizada, muchas reglas, lo que es muy bueno; pero no es muy flexible para la administración de sacramentos”, explica el Padre Pat.

“La cultura en la comunidad hispana nos dice: primero que todo soy católico. Pero no tiene la misma relación de pertenencia a una sola parroquia. Una vez atienden la Misa en San Lorenzo, otra en Juana de Arco, y la otra en San Eugenio. Cuando hay una quinceañera, una boda, un funeral, realmente no interesa y se atiende el servicio en cualquier parroquia. Sin embargo, en la cultura de Estados Unidos el sentir es: ‘mi parroquia es San Eugenio, no puedo atender la misa en otra parte’. Bueno, ser católico es ser católico y la Misa es la Misa, aquí o en cualquier otra parte”.

Por ello, asegura que sigue la regla “de lo que es lo mejor para la familia en un caso particular”. Desde su punto de vista, siente que no puede decir a la familia: “si tu no asistes a esta parroquia no puedo realizar el funeral aquí”. “Necesitamos ser flexibles con la realidad de las familias. Muchas familias con hijos en nuestra escuela viven en Arden. Ellos conducen desde allí dos veces al día, cinco veces por semana. Es un trayecto muy largo. Por eso que debemos ajustarnos a la realidad de cada comunidad”, aseguró.

UNA NECESIDAD

Para el Padre Pat es necesario contar con un grupo juvenil para la formación espiritual, misionera y “como hijos de Dios” de los jóvenes. Asegura que “esta experiencia de hacer comunidad entre personas de la misma edad, esa evangelización entre ellos mismos, es muy interesante porque tienen una experiencia de inclusión.

“Los jóvenes tienen energía y es posible que puedan dar este regalo a su parroquia, para la cual esta herramienta es muy poderosa”. “Mi sueño que los jóvenes de mi parroquia puedan contar con más programas”, afirma.

Sin embargo, reconoce que “esta carga de hormonas” que llevan los jóvenes podría significar un riesgo. “Pero la Biblia tiene una frase que se repite muchas veces. Doscientas veces se repite ‘no temas’. Es posible tener un corazón, sentimiento y fe dispuestos, pero a la vez tener temor y ansiedad. Jesús dijo en su transfiguración ‘no temas’. Cuando yo era joven estoy seguro que tomé acciones y decisiones imprudentes. Puedo decir, es parte de la vida, es parte del crecimiento”.

“Para mi es muy importante contar con la confianza de la comunidad y darle la participación que requiere”, sentenció.

— César Hurtado, Catholic News Herald

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