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Catholic News Herald

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CHARLOTTE — El viernes 8 de febrero, oficiales de la agencia de Inmigración y Aduanas (ICE), confirmaron en conferencia de prensa la detención de 200 personas en operativos realizados en el estado de Carolina del Norte desde el pasado lunes 4 del mes en curso.

El número no incluye a las aproximadamente 30 personas que fueron tomadas en custodia en una fábrica de la ciudad de Sanford, condado Lee.

Las acciones causaron temor en la comunidad indocumentada que se refugió en sus casas, no envió a los niños a la escuela ni salió a efectuar actividades regulares de trabajo y comerciales.

ICE aseguró que sus actividades son selectivas y están dirigidas a detener y procesar la deportación de extranjeros con cargos criminales y órdenes de deportación pendientes. Sin embargo, reconoció que cerca de 60 detenidos – un treinta por ciento del número total – no tenían antecedentes criminales.

SIN ANTECEDENTES CRIMINALES

Entre las personas capturadas por ICE se encuentra Francisco Palma, padre del seminarista José Palma, quien cursa estudios sacerdotales en el Seminario San José de Charlotte. El padre de Palma fue detenido en Asheboro, en una acción en la que los oficiales de ICE buscaban a otra persona.

Francisco Palma fue liberado el 12 de febrero y se le permitió regresar a casa después que su familia depositara una fianza de cinco mil dólares, pero debe atender a los llamados de la Corte y permanece en riesgo de deportación. La familia ha contratado servicios legales para atender el caso.

José Palma comentó que su familia se encuentra conmocionada ante el arresto y rápido traslado a un centro de detención en Georgia. “Entiendo que mi papá para venir aquí quebró una ley. Yo también la quebré, aunque estaba muy chiquito para saberlo. Pero lo siento como una injusticia porque mi papá no vino a hacer mal a este país, vino a hacer cosas buenas. Es un buen hombre que me ha dado un gran ejemplo e imaginarlo hoy en la cárcel por buscarnos una mejor vida me parte el corazón”, dijo.

Francisco Palma, de 48 años y con seis hijos, llegó de México hace 22 años para buscar una mejor vida para su familia, especialmente buscando ayuda médica para una de sus hijas que tiene problemas de habla y audición. Como otros inmigrantes, trabajó en el campo y luego en construcción. Su vida, sudor y lágrimas convirtieron a sus hijos en excelentes personas que hoy brindan más de lo que recibieron de la sociedad norteamericana. Una de sus hijas también es postulante a la vida religiosa en un convento en Gastonia.

Lamentablemente no existía ninguna oportunidad para que el padre de Palma pudiera obtener un estatus migratorio legal, pese al largo tiempo que llevaba residiendo en Estados Unidos. Su ingreso sin autorización lo hacía inelegible para cualquier beneficio de regularización.

Palma asegura que si bien la Biblia nos manda a ser misericordiosos con los extranjeros, la indicación es para con el “extranjero que hace las cosas bien, que muestra misericordia para con quienes lo acogen. Entiendo que no se puedan aceptar a todos y el ejemplo de unos malos ha dañado la imagen de toda una comunidad que busca hacer el bien. No podemos exigir si no aportamos”, señaló.

Pese a todo, el seminarista sigue firme en su vocación. “Por lo que puedo discernir al momento, Dios quiere que yo esté en el Seminario y no puedo dejar mi vocación. Si Dios utiliza esto para purificar a mi familia lo acepto”, dijo.
“Aunque estoy enojado, triste y molesto por muchas cosas, confío en que Dios va a resolver todo según sus planes. Dios nunca da sufrimiento sin sacar algo bueno porque así, de esa misma manera, él nos redimió a todos. Y como cristianos estamos llamados a imitar a Jesús”, subrayó el seminarista que espera nuestras oraciones en este duro trance familiar.
—César Hurtado, Reportero Hispano