MONROE — Las hermanas Marlene, Sara y Rocío Carbajal son muy conocidas en su comunidad. Ellas son hijas de la señora Rosa Elba Gutiérrez, veracruzana con muchos años de residencia en esa localidad, católica practicante, guitarrista, directora del grupo de danza ‘Cielito Lindo’, excelente cocinera, activista comunitaria y parte del grupo “Apóstoles de la Palabra”, por nombrar solo algunas de sus ocupaciones.
‘Lo fácil, fácil se va’
Marlene, la mayor, con 31 años, fue la primera de las jóvenes en casarse hace cuatro años con Juan Luis Juárez, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia que le transmitió su madre.
Conoció a su esposo en un encuentro de jóvenes en Lexington. Como relata Juan Luis, “el flechazo fue inmediato”, pero la relación iba a ser problemática pues mientras que Marlene residía en Monroe, él vivía en Greensboro.
Después de tres años de noviazgo y diez meses de compromiso decidieron adelantar el matrimonio civil para iniciar una regularización legal de Juan Luis. Pese a estar ya unidos legalmente, decidieron continuar viviendo en sus casas hasta contraer matrimonio religioso.
Siendo católicos y conociendo su doctrina, la decisión de estar en unión libre no les permitiría acercarse a la confesión ni a la eucaristía y Marlene sentía que ello la alejaría de la Iglesia. “Para mí el poder comulgar era más fuerte a mi deseo de estar con él”.
La impaciencia y presión de Juan Luis para vivir juntos llegaron al punto de casi romper la relación, pero al ver la firme decisión de Marlene cedió y optaron por lo difícil: no ceder a sus impulsos y acatar el plan de Dios.
“Lo fácil, fácil se va”, dijo Marlene, recordando el divorcio de sus padres que afectó mucho a la familia. “Eso es algo que yo no quiero en mi matrimonio”.
“Después me di cuenta que hacer las cosas de esa manera es lo mejor”, dijo Juan Luis. “Vale la pena esperar, es lo mejor que uno puede hacer y las bendiciones que uno recibe son increíbles”, asegura el hoy padre de dos niños, Juan Leonardo de dos años y Teresa, de 4 meses.
‘Necesito tiempo’
El caso de Sara, de 29 años, fue distinto. Cuando todavía estaba en la escuela ingresó a trabajar a una compañía de venta de vegetales. Allí conoció a Francisco Omar Rodríguez, un hombre doce años mayor que ella.
Francisco Omar no reparó inicialmente en Sara pero, al conocerla más, vio en ella “lo que siempre había soñado encontrar en una mujer” y pensó que Dios la había puesto en su camino.
La diferencia de edades lo hizo vacilar en su propósito de cortejarla. Después de consultar con su familia para ver si “estaba equivocado” en la relación que buscaba, finalmente decidió hablar con la mamá de Sara para buscar su aprobación, sin que la joven tuviera conocimiento.
Cuando llegó el momento en que Francisco Omar le declaró su amor a Sara, ella quedó desconcertada. Su respuesta fue un “necesito tiempo, debes de ser paciente”. “Después de tres meses me dió el sí y nos dimos el primer beso”, relató Francisco Omar.
Pero su paciencia se puso a prueba nuevamente y para que el noviazgo llegara a compromiso de matrimonio tuvieron que pasar cuatro años. Él ya había tenido un hijo en una relación previa y este hecho sembraba dudas en Sara, quien también veía en él a un buen hombre, trabajador y responsable.
Francisco Omar, tras su divorcio, había pedido a Dios que le diera la oportunidad de encontrar una mujer excepcional, “y Él me envió un ángel”.
Para Sara y Francisco Omar la presencia del Señor en su matrimonio es lo más importante. Hoy disfrutan la ben-dición de contar con dos niños: Moisés Omar y Francisco Raúl.
—César Hurtado, Reportero Hispano