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Catholic News Herald

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CHARLOTTE — Miembros de la comunidad salvadoreña, líderes de organizaciones comunitarias y eclesiales se reunieron el pasado domingo 14 de octubre en la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe para reconocer la vida y sacrificio de Monseñor Romero, así como para agradecer su elevación a los altares.

La misa fue celebrada por el vicario parroquial, Padre Gregorio Gay, y el sacerdote Hugo Medellín. Al término de las lecturas tomó la palabra Eduardo 102618 romero massBernal, coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Charlotte. Bernal, nacido en El Salvador, aplicando la lectura del evangelio (Mc 10, 17-30) sobre el hombre que le pregunta a Jesús lo que debería hacer para alcanzar la vida eterna, señaló que Monseñor Romero se encontró a Jesús en “el caminar de un pueblo pobre, perseguido, desangrado, con muchas viudas, huérfanos y desaparecidos. Allí encontró él la respuesta a esta pregunta de cómo alcanzar la vida eterna”.

Tras la celebración, se realizó un pequeño convivio en el que se informó a la comunidad sobre la vida de San Romero, su sacrificio por la justicia social en El Salvador, y se escuchó el testimonio de varios miembros de la comunidad que compartieron sus experiencias de vida con el santo.

TESTIMONIOS

“Fueron 38 años los que yo esperé para ver este milagro, de que no me fuera de este mundo sin verlo santificado. Fue algo que siempre se lo pedí a mi Dios”, dijo Bertha Guandique, salvadoreña que recibió la primera comunión de manos de, por ese entonces, Padre Óscar Romero en la ciudad de San Miguel. Guandique, que luego se incorporaría al grupo juvenil de su parroquia, narró emotivamente haber sido testigo del compromiso de San Romero por los desposeídos.

Ana Miriam Carpio, organizadora del evento y directora ejecutiva de UNISAL, una organización sin fines de lucro que vela por la defensa de los inmigrantes, presentó a Eduardo y Rosa Ramírez, un matrimonio que reside en Charlotte y que recibió la gracia de haber sido casado por Monseñor Romero cuando ambos vivían en San Roque, Zacamil, una zona rural de El Salvador.

La pareja relató los horrores que les tocó vivir durante la guerra civil que causó aproximadamente 75 mil muertos y desaparecidos entre los años 1980 y 1992, y la bendición que resultó contar con el apoyo de Monseñor Romero, un defensor de los pobres y oprimidos del pueblo salvadoreño.

Oscar Carranza, quien conoció de cerca a Monseñor Romero en el tiempo en que estudiaba para sacerdote en El Salvador, recordó que muchos líderes de la iglesia tildaron a Monseñor de “subversivo, obispo rojo, comunista y cuantos otros falsos juicios”, pero que la historia ha demostrado lo contrario y “Dios la ha escrito con sangre en nuestro pueblo salvadoreño”.

También el celebrante, Padre Gregorio Gay, dijo haber conocido de Monseñor Romero gracias a unos compañeros del seminario de origen salvadoreño que constantemente lo nombraban. “Lo tengo muy presente, pues fue asesinado a pocas semanas de mi ordenación”, señaló con tristeza”.

El Padre Hugo Medellín hizo notar que muy pronto las iglesias locales a las que asiste la comunidad salvadoreña “con toda seguridad incluirán un espacio para la veneración de San Óscar Romero”. Por lo pronto, señaló, “aquí en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe tenemos un salón con su nombre”.

SIETE NUEVOS SANTOS

San Óscar Romero fue parte de un grupo de siete hombres y mujeres canonizados por el Papa Francisco la mañana del domingo 14 de octubre en el Vaticano. Entre los nuevos santos se encuentran Francesco Spinelli, Vincenzo Romano, María Caterina Kasper, Nunzio Sulprizio y Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús March Mesa, primera santa boliviana.

El Papa Francisco advirtió en su homilía que Jesús no se conforma con recibir poco. “Jesús es radical. Él lo da todo y lo pide todo: da un amor total y pide un corazón indiviso”.

“También hoy se nos da como pan vivo; ¿podemos darle a cambio las migajas? A Él, que se hizo siervo nuestro hasta el punto de ir a la Cruz por nosotros, no podemos responderle sólo con la observancia de algún precepto”.
“A Él, que nos ofrece la vida eterna, no podemos darle un poco de tiempo sobrante. Jesús no se conforma con un ‘porcentaje de amor’: no podemos amarlo al veinte, al cincuenta o al sesenta por ciento. O todo o nada”, afirmó.

Luego añadió que “es hermoso que, junto a él, Pablo VI, y a los demás santos y santas de hoy, se encuentre Monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos”.

MÁRTIR DE LOS POBRES

Monseñor Óscar Romero nació en Ciudad Barrios, El Salvador, el 15 de agosto de 1917. Fue nombrado Arzobispo de San Salvador el 8 de febrero de 1977. Su defensa por los derechos humanos en medio de una naciente guerra civil entre la guerrilla de izquierda y el gobierno de extrema derecha fue implacable y la Catedral de San Salvador se veía repleta de fieles ansiosos de escuchar sus homilías cada domingo.

Su condena a los crímenes contra la humanidad cometidos durante la dictadura que regía su país, le valió numerosos enemigos. El 24 de marzo de 1980 fue asesinado por un francotirador frente al altar de la capilla del Hospital de la Divina Providencia donde celebraba Misa.

El día anterior a su muerte, en su última homilía, hizo un llamado a los miembros de la policía y las fuerzas armadas a que no obedezcan las órdenes de matar a sus propios hermanos. “Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios; cese la represión”.

— César Hurtado, Reportero Hispano

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