Capacitando al clero, empleados y voluntarios
CHARLOTTE — El 4 de abril de 1983 el presidente Ronald Reagan proclamó el mes de abril como el ‘Mes Nacional de Prevención del Abuso Infantil’, denunciando que el abuso y abandono infantil “siguen amenazando la vida y la salud” de los niños de nuestra nación.
“Su sufrimiento físico y angustia emocional nos desafía, como padres, vecinos y ciudadanos, a aumentar nuestra atención a su protección e intensificar nuestros esfuerzos para prevenir su maltrato”, señaló en esa oportunidad.
La organización ‘Prevent Child Abuse’ de Carolina del Norte, presenta cifras escalofriantes: más de 300,000 niños son abusados en los Estados Unidos cada año; aproximadamente una de cada tres mujeres adultas y uno de cada seis hombres fueron abusados sexualmente cuando eran niños; el 73% de los niños víctimas no le cuentan a nadie sobre el abuso durante al menos un año. Y un punto muy triste, la estructura familiar es el factor de riesgo más importante en el abuso sexual infantil, donde los niños que viven con un padre soltero que tiene un compañero tienen 20 veces más probabilidades de ser víctimas de abuso sexual infantil que los niños que viven con ambos padres biológicos.
Además, advierten que “el abuso sexual infantil puede llevar a conductas antisociales, depresión, confusión de identidad, pérdida de autoestima y otros problemas emocionales serios.
Ante esta realidad, nos preguntamos qué medidas está tomando nuestra Iglesia Católica para prevenir la presencia del abuso infantil en su interior.
Protegiendo a los niños de Dios
Terry Wilhelm, directora de Recursos Humanos y coordinadora del programa de Ambiente Seguro de la Diócesis de Charlotte, asegura que desde 2002 la diócesis acoge el programa educativo ‘Protegiendo a los niños de Dios’, el mismo que tiene como objeto prevenir -con la participación de la feligresía, el clero y los administradores- la presencia del abuso infantil en todas las actividades de iglesia.
Este programa ayuda a los adultos a reconocer el abuso infantil, sus señales y manifestaciones, preparándolos para tomar una respuesta activa, denunciar los hechos y evitar el daño a las posibles víctimas, sus familias, parroquias y comunidades.
Wilhelm afirma que la capacitación inicialmente fue dirigida hacia los sacerdotes y directores de escuelas católicas, para luego enfocarse en la capacitación de facilitadores que pudieran extender el alcance del entrenamiento.
“La Iglesia es muy dinámica en este tema y ha tomado la iniciativa para eliminar el problema”, dijo la directora, aunque reconoce que regularmente solo se conocen las noticias ‘malas’ y poco se informa sobre los avances logrados.
Desde su puesta en marcha, el programa ha entrenado aproximadamente a cincuenta mil adultos. Solo en 2017, 3.517 empleados de la diócesis atendieron las sesiones y se procesaron más de cuatro mil revisiones de antecedentes criminales.
Si bien la capacitación es obligatoria para empleados y voluntarios, los organizadores abren las puertas a todas las personas, católicos o no, que deseen involucrarse activamente en la prevención del abuso infantil. El objetivo para ellos es que la comunidad en pleno se comprometa y participe en el bienestar de nuestros niños.
Es importante anotar que la financiación de estas actividades de capacitación, que representaron una obligación financiera de más de 112 mil dólares durante el año fiscal 2017, no proviene de fondos donados por los fieles a través de las colectas de Apoyo Diocesano o de las cuentas de ahorros de las parroquias
La efectividad de la Iglesia Católica para enfrentar este problema ha hecho, según Wilhelm, que otras organizaciones de servicio y grupos religiosos “vuelvan la mirada hacia nuestra Iglesia como líderes en la solución de este conflictivo tema”.
Participación hispana
Antonio García, coordinador del Ministerio Hispano y facilitador del programa en el Vicariato de Asheville, afirmó que la participación latina es “entusiasta y mayoritaria” en su área, donde se ofrece cada mes la capacitación en español.
“Tenemos un grupo de 15 personas que están dando los talleres y personalmente me sorprendo de que, después de realizar un taller en una parroquia y volver a los dos meses, siempre está lleno. Y en cada taller están llegando muchas más personas, incluyendo aquellas que lo vuelven a tomar para actualizarse”.
Respecto a la inscripción, aunque reconoce que la registración al curso se puede realizar ‘online’ a través de una computadora con acceso a internet, García ha encontrado que es mucho más fácil y sencillo efectuar las inscripciones de manera manual entre los interesados, quienes se acercan por informes al término de las misas dominicales.
“Ya después de haber realizado el taller, llenado el formato de inscripción, firmado y constatado su presencia, nosotros mismos enviamos los documentos a las oficinas de la diócesis, donde actualizan la información en el sistema”.
Terry Wilhelm opina que va a tomar algo de tiempo el poder apreciar los resultados de la aplicación del programa. “Siempre digo que si al menos se previene que un solo niño sea víctima de abuso eso es un avance”, subrayó.
— César Hurtado, Reportero Hispano