CHARLOTTE — Rosita y Andrés Miño, una pareja ecuatoriana, ya se encuentra en todos los ajetreos de las compras para la preparación de un tradicional plato de su país que se sirve únicamente en Viernes Santo: la fanesca.
Del potaje se dice que, en honor a los doce apóstoles, lleva 12 ingredientes, entre los que destacan granos típicamente andinos como el choclo (maíz fresco), chochos (especie pequeña de frejol), habas, arvejas, lenteja, maní y frejoles de diverso tipo. Además se le añade bacalao, leche y verduras como col, zanahoria, cebolla, ajo y algunos gustan agregar garbanzos, sambo (calabaza pequeña) y zapallo (calabaza).
Los estudiosos afirman que el sustancioso potaje, llamado ‘Uchucuta’ en tiempos prehispánicos, se preparaba durante la fiesta del Pawkar Raymi en agradecimiento a la ‘Pachamama’, la madre tierra. Con la llegada de los españoles fue rápidamente asimilado a la nueva cultura e, incorporándosele el bacalao, fue adaptado como una comida para Semana Santa.
Andrés Miño muestra orgulloso la gigantesca olla de fanesca que se prepara en su hogar en Viernes Santo. (César Hurtado | Catholic News Herald)
TRADICIÓN
Como explica Rosita, son más de 10 años, desde su llegada a Charlotte, que preparan esta consistente sopa, una receta familiar que aprendió desde niña.
Sin embargo, la elaboración de la fanesca no es un trabajo individual sino una tarea colectiva en la que intervienen al menos cinco familias.
Varias semanas antes de la Semana Santa comienzan las reuniones de coordinación y las compras para tener todo listo el Viernes Santo.
Como se dijo, la fanesca lleva bacalao, pescado noruego seco y salado de alto precio en los mercados, por lo que Rosita va haciendo las compras con anticipación para no dañar la economía del hogar. “Cuando voy al mercado y hago mis compras regulares, también compro una bolsita de bacalao y así voy juntando, poco a poco lo que necesito”, nos cuenta.
Luego, a inicios de Semana Santa, comienza el trabajo intenso. Diariamente se reúnen las familias para seleccionar los granos, cocerlos, retirarles la piel y dejarlos listos. También pelan las arjevas y pican los ingredientes.
“Todo esto lo hacemos mientras oramos y dedicamos nuestro trabajo al Señor”, asegura Rosita.
El Viernes Santo la jornada da inicio a primera hora de la mañana. “Tempranito ya se reúnen todos aquí”, añade Andrés, quien está encargado de mover permanentemente toda la cocción con una paleta especial, grande, con la que cuida todo el tiempo que los granos no se peguen al fondo.
La comida está lista alrededor de las dos de la tarde, cuando empieza el desfile de invitados y visitantes ocasionales que llegan al hogar de los Miño, inclusive hasta altas horas de la noche, tras terminar sus labores o después de visitar sus iglesias.
“Ese día, conozcamos o no a la gente que llega, todos son amigos y los tratamos como tales”, afirma Andrés. A los comensales, que regularmente se presentan con algún postre o refresco, se les sirve gratuitamente un gran plato de fanesca acompañado de arroz blanco, huevo duro picado y decorado con perejil o cilantro.
“Eso si, es Semana Santa, así que no se sirve nada de licor. Solo refrescos, agua y juguitos, nada más”, apunta Rosita, quien, nos consta, ofrece comida para llevar para los miembros de la familia que por alguna razón no pueden asistir.
“Nosotros lo hacemos con todo el amor del alma, por el gusto de compartir, de tenerlos en casa. Y vamos a continuar esta tradición hasta cuando Dios nos de vida”, concluyó Andrés.
— César Hurtado, Reportero hispano