Cada 23 de septiembre la Iglesia Católica celebra a San Pio de Pietrelcina, fraile y sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos (O.F.M. Cap.), a quien afectuosamente el mundo sigue llamando ‘Padre Pio’.
Este franciscano italiano recibió los estigmas de Cristo, quien quiso asociarlo de manera especial a su Pasión. Semejante don supera toda explicación científica o cálculo humano.
Probablemente, solo sea posible acercarse un poco a este misterio a través de las palabras del propio santo: “Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un sacerdote santo y una víctima perfecta” (San Pío de Pietrelcina).
A los cinco años tuvo una primera visión de Cristo, quien se le presentó como el Sagrado Corazón de Jesús. El Señor, entonces, posó su mano tiernamente sobre su cabeza. En respuesta, le prometió que sería su servidor siguiendo las huellas de San Francisco de Asís. Desde aquel instante, el futuro fraile cultivaría una estrechísima relación con Jesús y su Madre, la Virgen María. Ella también se le aparecería en distintos momentos a lo largo de su vida.
Cumplidos los 15 años, se presentó para ser admitido en el convento franciscano de Morcone. En ese lugar vivió años muy intensos, marcados por repetidas visiones del Señor, en las que le mostraba las luchas que tendría que librar contra el demonio el resto de sus días. El 10 de agosto de 1910, el entonces Fray Pío sería ordenado sacerdote.
Poco después, el Padre Pío enfermó de fiebres y dolores muy fuertes, los que obligaron a sus superiores en Morcone a enviarlo a Pietrelcina para su recuperación. Años más tarde, en 1916, Pío sería trasladado al monasterio de San Giovanni Rotondo. El Padre Provincial, al ver que su salud había mejorado, le manda permanecer en ese convento, tras cuyas paredes recibió la gracia de los estigmas.
El Padre Pío fue fundamentalmente un santo de lo “ordinario”. Era un hombre como cualquiera, con defectos y fragilidades. Entonces, ¿dónde estuvo la diferencia?: el Padre Pío solo quiso responder al amor de Dios con amor.
Otro de los dones del Padre Pío fue su extraordinaria capacidad para entender el alma humana, al punto que podía leer los corazones y las conciencias de quienes se le acercaban. Esa capacidad para penetrar y desnudar el interior oculto, lo ayudó a ser un confesor único.
Así como el Padre Pío recibió los estigmas de Jesucristo en las manos, los pies y el costado, así se hizo célebre por haber obrado milagros en vida y por los dones extraordinarios que Dios le concedió conforme a su providencia.
El Padre Pío, asimismo, fue un hombre preocupado por los más necesitados. El 9 de enero de 1940 convenció a sus grandes amigos espirituales para fundar un hospital. Uno que sirva para sanar los “cuerpos y también las almas” de la gente necesitada de su región. “Casa Alivio del Sufrimiento” se inauguró el 5 de mayo de 1956.
No son pocos los testimonios que señalan que fue el fraile franciscano quien, en confesión, le predijo a Karol Wojtyla que llegaría a ser Papa.
De acuerdo a una carta enviada por el Papa Peregrino a los frailes de San Giovanni Rotondo unos tres años antes de morir (2002), cuando aún era un joven sacerdote, conoció al Padre Pio y se confesó con él.
El contenido de la carta se hizo público – de acuerdo a la voluntad del Pontífice – luego de su muerte en 2005. En ella, Juan Pablo II llamaba al Padre Pío “generoso dispensador de la gracia divina, siempre a disposición de todos”.
Esto en contraposición a ciertos círculos en los que se afirmaba que era un confesor excesivamente riguroso, que trataba con dureza a los peregrinos. Claro está que éstos siempre regresaban y convocaban a otros. Gracias al santo muchos se hicieron más conscientes de la gravedad de su pecado, y, por eso, se mostraban genuinamente arrepentidos.
El Padre Pío partió a la Casa del Padre el 23 de septiembre de 1968, después de varias horas de agonía, repitiendo con voz débil “¡Jesús, María!”.
Durante la ceremonia de su canonización, celebrada el 16 de junio de 2002, San Juan Pablo II afirmó: “Oración y caridad, esta es una síntesis sumamente concreta de la enseñanza del Padre Pío, que hoy vuelve a proponerse a todos”.
— Condensado de ACI Prensa