Patrona de América Latina y Emperatriz de las Américas
El 12 de diciembre la Iglesia Católica celebra a Nuestra Señora de Guadalupe, aparecida en el cerro del Tepeyac al indio San Juan Diego en tres ocasiones, entre el 8 y el 12 de diciembre de 1531.
En sus apariciones, Santa María le pidió a San Juan Diego que interceda ante el primer Obispo de México, el franciscano Fray Juan de Zumárraga, para que se construya un templo en el llano al pie del cerro del Tepeyac.
Como prueba de la veracidad de la aparición, la Virgen María le encargó al indígena que lleve las flores de un rosal aparecido milagrosamente en el árido Tepeyac.
Cuando San Juan Diego presentó las flores al obispo, su tilma, la tela en la que las llevaba, quedó impregnada con la imagen de la Virgen de Guadalupe.
En su mensaje del 12 de diciembre del año pasado, el Papa Francisco subrayó que “la Virgen de Guadalupe y San Juan Diego nos enseñan siempre a caminar juntos, desde las periferias hasta el centro, en comunión con los sucesores de los Apóstoles, que son los obispos, para así ser Buena Noticia para todos”.
El Santo Padre expresó además su alegría porque “con actos de fe y de testimonio público como el que ustedes han realizado hoy comencemos a preparar el Jubileo Guadalupano del 2031 y el Jubileo de la Redención del 2033 – tenemos que mirar adelante siempre”.
El Papa se refirió así al trabajo que realiza la Iglesia Católica en México, plasmado de forma particular en su Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, que apunta a preparar el camino para la celebración de los 500 años de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe en el cerro del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México.
Apariciones de la Morenita
Las apariciones de Nuestra Señora a Juan Diego, la milagrosa estampación de su Santa Imagen en el humilde ayate de su vidente y su mensaje de amor por nosotros tienen como fin principal anunciar a su amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, a los pueblos del Nuevo Mundo.
El 9 de diciembre por la madrugada, Juan Diego oye cantos de pájaros. Le llaman por su nombre; sube a la cumbre del cerro del Tepeyac y ve a la Niña que le ordena ir ante el obispo para pedirle un templo en el llano. “Hijito mío el más amado: yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdaderísimo Dios…, mucho quiero tengan la bondad de construirme mi templecito…Allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores”.
Ese mismo día, alrededor de las 5 de la tarde, Juan Diego vuelve a la cumbre y da cuenta de la incredulidad del Obispo Fray Juan de Zumárraga y pide que escoja otro mensajero. Pero la Virgen le confirma en su misión y le ordena insistir al día siguiente. “Hijito mío, el más pequeño, es indispensable que sea totalmente por tu intervención que se lleve a cabo mi deseo. Muchísimo te ruego y con rigor te mando que mañana vayas otra vez a ver al Obispo. Y hazle oír muy claro mi voluntad, para que haga mi templo que le pido”.
El domingo 10, nuevamente en la cumbre, Juan Diego refiere su segunda entrevista con el obispo. Aún no le cree y le ordena pedir a la Señora alguna señal. La Virgen ordena a Juan Diego que vuelva al cerro al día siguiente para recibir la señal que le dará. “Así está bien, hijito mío, el más amado. Mañana de nuevo vendrás aquí para que lleves al Gran Sacerdote la prueba, la señal que te pide. Con eso enseguida te creerá, y ya para nada desconfiará de ti”. Juan Diego, no vuelve por la enfermedad de su tío Juan Bernardino.
El martes 12 de diciembre, muy de madrugada, ante la gravedad de su tío, Juan Diego sale a México para buscar un sacerdote. Rodeó el cerro para que la Virgen no lo encontrara. Pero ella sale a su encuentro; lo tranquiliza de la enfermedad de su tío: “Te doy la plena seguridad de que ya sanó” y lo envía a la cumbre por las rosas que serán la señal. A su regreso, la Virgen le dice: “Hijito queridísimo, estas diferentes flores son la prueba, la señal que le llevarás al obispo. De parte mía le dirás que por favor vea en ella mi deseo, y con eso, ejecute mi voluntad”.
Al mismo tiempo que se aparece a Juan Diego, se aparece a Juan Bernardino, tío del vidente, en su casa le cura de sus enfermedades y le manifiesta su nombre y pide que de ahora en adelante, “a su preciosa imagen precisamente se le llame, se le conozca como la siempre Virgen Santa María de Guadalupe”.
Al mediodía, ya en la casa del obispo, Juan Diego muestra las rosas que llevaba en su ayate, señal dada por la Virgen. “Desplegó su tilma, donde llevaba las flores. Y así, al tiempo que se esparcieron las diferentes flores preciosas, en ese mismo instante… apareció de improviso en el humilde ayate la venerada imagen de la siempre Virgen María, Madre de Dios, tal como ahora tenemos la dicha de venerarla en lo que es su hogar predilecto, su templo del Tepeyac”.
— Condensado de ACI Prensa y la página oficial de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México.