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120321 Immaculate Conception‘La Inmaculada Concepción’, óleo sobre lienzo de Pedro Pablo Rubens (Siegen, Westfalia, 1577-Amberes, Bélgica, 1640) Imagen cortesía del Museo del Prado, Madrid, España. Cada 8 de diciembre, la Iglesia celebra el dogma de fe que nos revela que, por la gracia de Dios, la Virgen María fue preservada del pecado desde el momento de su concepción, es decir desde el instante en que María comenzó la vida humana.

El 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX proclamó este dogma: “...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles…” (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854).

María es la “llena de gracia”, del griego “kecharitomene” que significa una particular abundancia de gracia, es un estado sobrenatural en el que el alma está unida con el mismo Dios. María como la Mujer esperada en el Protoevangelio (Génesis 3, 15) se mantiene en enemistad con la serpiente porque está llena de gracia.

Las devociones a la Inmaculada Virgen María son numerosas, y entre sus devotos destacan santos como San Francisco de Asís y San Agustín. Además la devoción a la Concepción Inmaculada de María fue llevada a toda la Iglesia de Occidente por el Papa Sixto IV, en 1483.

¿QUÉ ES LA INMACULADA CONCEPCIÓN?

El Catecismo de la Iglesia Católica describe que: “Para ser la Madre del Salvador, María fue ‘dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante’. El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como ‘llena de gracia’. En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios” (490).

¿MARÍA NUNCA PECÓ?

Debido a la forma de redención que se aplicó a María en el momento de su concepción, ella no solo fue protegida del pecado original, sino también del pecado personal.

El catecismo explica, en el numeral 493, que los padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios “la Toda Santa” (Panaghia), la celebran “como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo”. Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.

PARALELO ENTRE MARÍA Y EVA

Adán y Eva fueron creados inmaculados, sin pecado original o su mancha. Ambos cayeron en desgracia y a través de ellos la humanidad estaba destinada a pecar.

Cristo y María fueron también concebidos inmaculados. Ambos permanecieron fieles y a través de ellos la humanidad fue redimida del pecado.

Jesús es por tanto el nuevo Adán y María la nueva Eva.

El catecismo señala en el numeral 494 que “Ella, en efecto, como dice San Ireneo, ‘por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano’. Por eso, no pocos padres antiguos, en su predicación, coincidieron con él en afirmar ‘el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe’. Comparándola con Eva, llaman a María ‘Madre de los vivientes’ y afirman con mayor frecuencia: ‘la muerte vino por Eva, la vida por María’”.

MARÍA, ÍCONO DE NUESTRO DESTINO

Aquellos que mueren en la amistad con Dios y así para ir al Cielo serán liberados de todo pecado y mancha de pecado. Seremos así todos vueltos “inmaculados” si permanecemos fieles a Dios.

Incluso en esta vida, Dios nos purifica y prepara en santidad y, si morimos en su amistad pero imperfectamente purificados, Él nos purificará en el purgatorio y nos volverá inmaculados. Al dar a María esta gracia desde el primer momento de su concepción, Dios nos muestra una imagen de nuestro propio destino. Él nos muestra que esto es posible para los seres humanos a través de su gracia.

En palabras de San Juan Pablo II, podemos decir que “María, al lado de su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La Iglesia debe mirar hacia ella, Madre y Modelo, para comprender en su integridad el sentido de su misión”.

“Fijemos, por tanto, nuestra mirada en María, ícono de la Iglesia peregrina en el desierto de la historia, pero orientada a la meta gloriosa de la Jerusalén celestial, donde resplandecerá como Esposa del Cordero, Cristo Señor”.

— Condensado de Aciprensa

 

Oración a María Inmaculada

Una vez más estamos aquí para rendirte homenaje
a los pies de esta columna, desde la cual tú velas con amor
sobre Roma y sobre el mundo entero,
desde que, hace ya ciento cincuenta años,
el beato Pío IX proclamó como verdad de la fe católica,
tu preservación de toda mancha de pecado,
en previsión de la muerte y resurrección de tu Hijo Jesucristo.
Virgen Inmaculada, tu intacta belleza espiritual
es para nosotros una fuente viva de confianza y de esperanza.
Tenerte como Madre, Virgen Santa,
nos reafirma en el camino de la vida
como prenda de eterna salvación.
Por eso a ti, oh María, confiadamente recurrimos.
Ayúdanos a construir un mundo
donde la vida del hombre sea siempre amada y defendida,
toda forma de violencia rechazada,
la paz buscada tenazmente por todos.
Virgen Inmaculada, concédenos celebrar y adorar
con renovado y ardiente amor
el santo misterio del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Con premura materna, Virgen María,
guía siempre nuestros pasos por los senderos del bien.
Amén.